miércoles, 5 de enero de 2011

La afro


Aclaro, mi estimado chino, esto no lo debe de saber ni de leer tu querida gringuita, ni tu pequeño escandalito, esto es cosa de hombres como tú y como yo. Mira, lo que te voy a contar tiene una confidencialidad tipo expediente equis, pero más avanzado o recargado, diría yo. Pues, bueno, te cuento que a esa chica quiero tirármela en mi azotea. Sí, sé que está cabrón, del cocol diría mi abuelo, pero si con su amiga pude, con ella, quisiera también poderlo. Pero comencemos, mira, hace tiempo conocí, ya sabes que por internet puedes conocer y desconocer personas. Total, yo primero conocí y luego desconocí a una tal Angélica, creo era desertora del Tec de Monterrey. Total, pero ya no estudiaba, se dedicaba a contar billetes en una camioneta de esas blindadas, y que se dicen de valores. En fin, la chica también sabía contar otras cosas: caguamas, escalones, y total hasta terminar en mi azotea. Te cuento, chino, y no me da pena, porque tú me conociste pobre, y sigo pobre relativamente. Aunque tengo un depa; y una casa, pero a su vez un desmadre en su azotea, que chachas por aquí, que chachas por allá. Pero sí, ya había en esos tiempos, improvisado un silloncito, y dos que tres lugares para reposar la sombra griega y el ocio burgués que luego me cargo. El chiste está que, sobre mi azotea he visto más cerca las estrellas y parte de la luna. Pero no tanto, también a mi mamá. Aquella ocasión subió mi madre. Has de haber visto alguna chusca escena en películas, cortos y demás cuadros de filmoteca como american pie. Total, pero aquella vez mi madre me sorprendió sin camisa y fajándome los pantalones al tiempo que me gritaba: ¡Súbete la bragueta! A la chica, Angélica, vieras como le gritó, bueno, a los dos nos gritó desde las escaleras: ¡Que bájense!, ¿qué están haciendo?, ¡puercos!..., que si estábamos encuerados, que si no nos daba pena. Total, ya no recuerdo como estuvo la cosa, yo ya había terminado pero no dentro de la chica, porque eso sí, te confieso que yo sin condón no meto a mi querido humanista, es más por miedo que me salga el chamaco reclamándome candelaria, que por miedo a alguna enfermedad venérea. Total, sólo recuerdo que la chica estaba arreglándose el sostén y ya emparejaba los botones de su blusa, mientras yo hacía lo debido, o sea, entre mareos y sin miedo al asco; limpiándome las manos creo con mi playera, y enseguida, apuntando hacía algún punto: la bebida, las cervezas y uno que otro líquido de evacuación y emergencia. Y allí fue cuando mi madre se me apareció. Ya no hacíamos nada malo, sólo gozar de la vista de casas y casuchas, luces apagadas y encendidas. Total, al grito de mi madre bajamos las escaleras, yo enfundándome la playera, todo amarillo y como vampiro lampareado, y la chica tras de mí; apurada y tranquila por mis palabras protectoras. Recuerdo que le grité algo a mi madre. Volvió a cerrar la puerta de su cuarto. Ella y yo bajamos las escaleras hasta llegar con la bola que sorprendidos y alcoholizados me hacían luego preguntas. Teníamos un arsenal de alcohol, música, cobijas y también frio, pero nadie se debía de ir de mi casa. El patio es grande, estaba medio limpio, y no tardó en ser testigo y parte de nuestro siguiente desbarajuste. Hubo pedos, vómitos, huacareadas, y orinones. Hasta una pareja se fue a meter a un taller mecánico que tengo a lado. Se metieron por la puertita y sepa Dios que hicieron, porque ya cuando les hablé, les insistí de que ya salieran; ya era de mañana y había luz a diestra y siniestra. Pues te voy contando que la chica que se metió con aquel vato, se veía buen tipo el vato, pues la chica está bien chula, y es la que te cuento desde un principio quiero echármela en mi azotea. No sé pero es una atrofia muy fea y lujuriosa que llevo cavilando algunos días, y noches más. Y ya entrado, te voy confesando que la chica está bien, pero bien formadita, ¡maldita lujuria!, ¡yo no soy tan lujuria! Pero válgame, chino, esta chica tiene una cinturita que no tienes idea, unas bubis normalonas pero un trasero que mueve Tierra y Marte. Además, una cabellera afro, ¡puta madre! ya la veo poniéndome los ojos en blanco. Total, esa chica quiero encamarla. Yo sé que es una morra toda lujuria, porque hubo una ocasión en que la vi en una fiesta, y algo me decía su mirada, luego no tanto, porque se fue a fajar a un cabrón de la Rebel. Esa vez íbamos en una camioneta, yo como acorazando a una princesita cuerpo de Barbie, carita de muñequita irlandesa. Otro escalafón ese, la neta una chica de revistas, sólo había que trabajarla, pero yo sinceramente estaba gastado por otras reinitas. Total, y a lo que vamos del por qué esa chica afro es toda lujuria, vieras como le subió el pedorrón al cabrón de la Rebel, ¡no mames!, se lo quería comer allí mismo. Eso me prendió, y es ahora ese el motivo que, no la veo ni en fotos con los mismos ojos. Válgame chico que, me pone caliente la idea. Total, sólo hay que hablarle y tratarla de a princesita. Aunque tú has de decirme que estoy enfermo si quiero tirármela en mi azotea, pues sí, es un reto y una pena, pero ahora que la he contactado no tengo otra que sea esa idea. Ya estoy improvisando un cajoncito en donde tenga a la mano preservativos y lubricantes, sólo que ahora mi madre sigue siendo la gran disyuntiva.

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