miércoles, 5 de enero de 2011

Otro mundo, el mismo sentido



Hoy tal vez no estoy en el centro del mundo, pero trato de buscarle a la vida un sentido. Haber, digo: norte, sur, este, oeste. El sol salió, pero no tengo idea, porque estoy a obscuras, mi ciudad y mi mundo es el cuarto donde vivo. Aunque aislado quiero encontrarle sentido a la vida, no pretendo limitarme a las voluntades del silencio y el ahuecamiento de sus paredes. Algunas voces y ruidos se escuchan, otras, las cargo en la mente, pero no estoy solo, ciertas voces me hablan insistiendo como ladridos, como ruidos de la calle que siempre entran sin permiso.

Tengo una ventana a la calle, esta ventana sólo tiene un sentido que, no dista mucho con el de tenerme comunicado del canto de las aves, y el oficio del recolector de basura y el repartidor de agua. Este es mi mundo y mi sentido, la rutina de la que, poca gente del vulgo sabe hablar, yo no me considero de ninguna clase, aquí en donde vivo no existe, al menos no se tiene el sentido ni la necesidad de clasificarse, aquí todos salen a comprar artículos para limpieza y a afilar sus cuchillos. No hay un sentido definido del estatus. Los perros también se mezclan con gusto y sin distingo. El sentido de celo no tiene la voluntad de encontrarle un sentido a la vida, sino sólo meter y sacar a un ladrido.

Cuento en que no estoy en el centro del mundo, ni arriba, ni abajo, menos en el punto neutro, en donde fluye la vida y se activa la incipiente labor de la ciudad y su ombligo. Hoy estoy rodeado de casas y casuchas, soy parte de un todo, de ese sentido de permanencia del que esta hecha la vida. Somos parte de un todo, de un autor. Aunque la vida se diversifique y los sentidos se disparen en mi mundo es siempre igual, y la conforme inercia sobrevive. Siempre para un fin, siempre para dar luz verde, y virar en el círculo sobre el debate de la cuestión y el sentido de la vida.

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