miércoles, 5 de enero de 2011

Sobre la indiferencia en la ciudad


En plena Avenida Reforma, que está en la Ciudad de México, hay muchos edificios, porque México a pesar de significar “el ombligo de la luna” es la ciudad más poblada del mundo. Hay tantos edificios que a veces es peligroso para ciertas aves que no distinguen la existencia de los mismos para caer directamente a la boca de los perros y gatos callejeros. Yo conocí a un señor que le cayó un pájaro tan enorme que sufrió una contusión, que lo mantuvo en cama por casi un mes y, tuvo que salir del hospital con cuello ortopédico y muletas, porque cabe decir que después de la caída de cierto proyectil le pasó una bicicleta encima; es uno de los accidentes más raros que he visto. En tanto, para algunos sigue siendo indiferente, ante lo que hoy en pocas líneas les contaré…

Como en la Avenida Reforma hay también muchas estatuas, algunos conductores se han tomado el atrevimiento de bautizarlas por sus características más que por su verdadero nombre. Mutilan o pintan, pasando a apodar las demás estatuas que se encuentran cerca. Todos los edificios, y cosas monumentales que se le parezcan son fáciles de ubicar por tener una estatua bien caracterizada, aunque sean tiendas departamentales o, edificios de reciente creación.

Ahora bien, cierta vez una avecilla se fue a vivir allá en aquellos cielos del lugar más transparente, y no quiso seguir los cánones para ubicarse en la Avenida Reforma, mucho menos pasar volando sobre los edificios, porque pensaba hacer las cosas diferentes. Esta avecilla era un colibrí. Los colibríes vuelan grandes distancias de una manera tan particular; que sorprendía a tanto espectador observara su vuelo en plena avenida o, en algún edificio, su elevada oficina para ser preciso.

Resulta que este colibrí no se oponía a que los gatos se comieran a los pájaros que llegarán batiendo su vuelo hasta caer al concurrido pavimento. El concilio de aves que siempre advertía a cuanto pájaro pudiera levantar el vuelo se enojaron por la indiferencia al principio, pero el colibrí tenía un carácter serio, aunque era muy polémico. Las demás aves cambiaron su concilio a otro lado, y todos los gatos de por allí quedaron muy contentos. Tan felices y contentos estaban los gatos y perros callejeros a su amigo colibrí que había alimentado generaciones que lo dejaron anidar debajo del Monumento de la Independencia. Y cuando él andaba volando al ras del suelo, los perros y los gatos lo seguían jugueteando sobre la avenida, muy contentos de acompañar a su amigo ante la mirada atónita de choferes y transeúntes. Él no sabía el porqué la gente lo miraba así, y vivía muy feliz en aquel lugar; que hasta tomaban con indiferencia su excremento de pequeña avecilla en varias estatuas y monumentos.

Y sucedió que una vez, una mañana, un jefe delegacional llegó con ideas nuevas al cargo, y mandó a restaurar toda estatua que estuviera sucia o maltrecha; propiciando un tremendo e histórico caos vial. Ruidos y humos se elevaron por la ciudad. Pasaron así días y días, hasta que las aves guarecidas no aguantaron más y emprendieron la atrevida retirada, y entre ellas estaba el ponderado colibrí. Pero desgraciadamente se estampó en un colosal y moderno edificio, cayendo junto con las demás avecillas sobre la ciudad; abollando autos y descalabrando transeúntes que hicieron de este acontecimiento la gran noticia. Aunque los perros y los gatos, luego se disputaron la comida, más satisfechos que nunca. La Ciudad de México siguió igual, aunque ya nadie ha visto colibríes en plena Avenida Reforma, sólo estatuas y edificios que se restauran y crecen ante la mirada indiferente de los capitalinos.

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