miércoles, 5 de enero de 2011

El uniforme




El arquero Jorge Campos ya había cumplido, creo, los cincuenta años. Era conocido en el país como un profesional extravagante y excéntrico, pero a todos les sorprendía que siguiera usando su viejo uniforme color rosa y muchos cuadros verdes, para ir a jugar hasta en un entrenamiento.

Era propietario de una microempresa dedicada a la confección de uniformes y accesorios para portero y aunque tenía una aceptable situación económica, jamás se compró un vestido nuevo. Se decía que cuidaba aquel uniforme más que una esposa, que por cierto nunca tuvo.

La gente pensaba que la obsesión por ese uniforme remendado se debía a que el señor Jorge Campos, siendo muy joven, había logrado ser arquero de primera división gracias a él; años más tarde había ascendido a portero de la Selección Nacional y después, a ser aplaudido por todo el país, el mundo. Se había convertido en una leyenda viviente del balompié.

Cuentan que la Federación Mexicana de Fútbol intentó regalarle un bonito uniforme, confección de máxima calidad, con tela extra ligera y resistente, pero él lo guardó en el closet y nunca lo usó.

Solían verlo pasar bien vestido, con su raya a medio pelo, su pantalón de vestir planchadito y su camisa blanca impecable. Y en su mochila Nike: el inconfundible uniforme a cuadros, siempre disponible, remendado y a tiempo para cada juego importante o para cada entrenamiento.

Desde hacía tres días, cuando la Federación Nacional de Fútbol le habló de la recomendación de la Secretaría de Salud, Jorge Campos había comenzado a sentirse mal. Se fue a Cuba a ver a chamanes y médicos, pero después de hacerle una serie de limpias y pruebas, sólo le dijeron que estaba bien y le recetaron un poco de descanso y contemplación.

Él no podía descansar, debía cumplir sus obligaciones de futbolista ejemplar y tenía un importante campeonato en curso, además, de atender su singular microempresa que siempre andaba en quiebra, en números rojos.

Ese viernes, el señor Jorge Campos, tuvo una visión desde la ventana de su reducida oficina. En los años que llevaba en aquel lugar, jamás había experimentado dicha vivencia, pues, sangró de pies, manos y cabeza; se movía con lentitud, es cierto, pero tuvo una tranquilidad, un sosiego enorme e inigualable en todo su cuerpo, en toda su existencia.

Jorge Campos se llevó las manos al pecho, le devolvió un saludo a alguien en el cielo, inclinando la cabeza y se marchó silencioso a su departamento.

Dicen que desde aquel día no se vio nunca más al señor Jorge Campos con su viejo uniforme. La Federación Mexicana de Fútbol afirma que su pequeña y fracasada empresa descubrió una fibra sintética para hacer la tela invisible. Otros dicen que esa tarde lo vieron caminar las aguas entre América y Europa, iba con las manos levantadas hacia el cielo, ahíto de luz. Nadie sabe con certeza que pasó con el uniforme, lo único cierto es que aquel campeonato, el señor Jorge Campos llegó desnudo al Estadio Maracaná, y jugó como siempre lo hizo.

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