domingo, 20 de febrero de 2011

Treinta de este mes


Cómo decir que a estas alturas de mi vida estoy congestionado de tanto conocer mujeres. No me vuelvo a enamorar: debería ser mi lema, porque el que da su brazo a torcer, por no decir su corazón, es para mí el que pierde. Me enoja que a estas alturas del partido, no haya hecho el amor más que el sexo. Todo se me da tan rápido, tan espontáneo. Ayer estuve con una chica; bonita, alta y flaquita: por así decirlo. El alcohol y el dinero hacen milagros. Pero ahora estoy tan triste, porque si pretendo buscarla, sé que me terminaré enamorando. No hay duda de que pretendo algún día hacer el amor, más que el sexo, pero, sé que si le doy tantas vueltas al asunto, terminaré por arruinarlo. Maldita costumbre, maldito desatino de ganarme el gusto por mujeres lindas y en prospecto que no me dejan concretar una relación amorosa de las que últimamente duran años y años.

Y a dónde voy a ir a parar con tanta monada, con mi gusto y con mi edad. Veo la belleza en cada par de ojos; en los labios delgaditos, rojos y coquetos que me arrullan con sus palabras superficiales. Y a dónde voy a parar con estas ganas, ganas de hacerlo entre ansias de llamarlo más sexo que fornique. Algo de mí me dice que ya deje esto, que tome mi vida en serio, que comience a madurar para que no dude de alguien enamorarme, pero hay de mí el vino, el vino. Y a dónde voy a parar con estas ganas de hablar de más y no callarme, porque un borracho sólo puede tener un vaso de vino en la mano y una chica en la otra, y siempre desear y desear.

No hay comentarios:

Publicar un comentario