sábado, 26 de febrero de 2011

Mudanza



Ya me voy de aquí mi estimado Chino, dejo mi casa. Es una lástima saber que, si vienes por acá ya no me encuentres. Sí hay que pedir disculpas, te las pido. Yo bien hubiera querido pasearte por lugares entrañables que bien te he contado en otros escritos. Pero total, no se podrá, porque cuando una cosa es tan necesaria como demandante, no hay vuelta y el asunto ya se jodió. Te has de preguntar por qué dejo esta casa. Simplemente porque me trae recuerdos, de cuando estaba con mi familia, de cuando vivía con mi madre. Me voy de aquí, todo lo vendo, hasta quisiera dejar muebles, y tantos hilachos y andamiajes me traen recuerdos. Ya me veo en la mudanza cargando nuevos recuerdos. Claro, voy a extrañar esta casa, mi cuarto, el rinconcito predilecto que fue mi nido, voy a extrañar el clavo donde colgaba mi guitarra, la barra en donde descansaba mis libros, el sitio donde estaban mis cuadros, en fin, hasta la ventana que a bien me despertaba filtrando rayos solares. Mi casa no es tan amplia, bueno, llamarla casa ya es sólo absurdo y melancolía; un partido político me la ha comprado para hacerla almacenes y oficinas. Es más, ya han puesto banderas amarillas en la azotea, han remodelado los pisos, y colocado flores y enredaderas. Yo bien quisiera quedarme, o comprar la ventana por donde siempre me asomé, en donde descubrí tanta gente; al menos llevarme sus ruidos, o el ladrido del perro que en mi insomnio me inventé. Total, me voy querido Chino, esta casa fue mi niñez, mi infancia, mi adolescencia, y unos que otros años más; fue la vida de mi madre, vieras con cuantos apuros edificó tres y cuatro pisos, con que cariño y atención escogió el azulejo verde y la pintura pistache; vieras con cuanta atención procuró a los señores que subidos en sus andamiajes se afanaban por dejar preciosos los barandales. Pero hay una cosa que me llevo mi estimado Chino, mi credencial de elector con la dirección que, siempre me he prometido y llevaré incrustada en la piel, aunque te alcance dentro de poco en los United States. Te voy a contar una cosa, más bien algunas cosas que no sabe nadie; pues verás, que, en un terreno baldío de la misma propiedad, me he llevado costales y costales de ropa, las sábanas y las colchas de las camas que siempre tuvo limpias mi madre, y las he prendido, las que quemado, he quemado hasta el clóset de mi madre. Varios días se respiró a chamuscado, pero mis vecinos no son metiches, y siempre me hablan y sonríen. Ellos no saben que me voy, hasta se les va hacer raro verme partir en una mudanza tan pequeña, llevando sólo mis muebles. Hay cosas que se quedan allá abajo, en el sótano, entre telarañas, humedades y recuerdos. He metido todos mis tiliches: libros, libros, y más libros, trajes, fotos, cuadros, cajas musicales, atuendos de teatro, mochilas llenas de papeles, computadoras viejas, máquinas Olivetti, cajones llenos de cartas, cerámicas, muñequitos de vidrio y porcelana, juguetes, flores sintéticas, bolsas de piel, zapatos, peluches, pinturas y maquillajes, en fin, un etcétera que esperara que nunca llegue para evitar se prolongue. Y ya no regreso a este sitio, Chino, no, ya no. Ya este puente se ha quemado, ya me llevo lo más importante que, tú bien sabes y es para mí lo más importante; claro, las cenizas de mi madre. Y que me perdone mi madre si su casa le he vendido, que me entienda que nos retornamos a sus raíces. Claro, mi estimado chino, me voy a kilómetros de aquí, al ranchito de mi madre. La casa está descuidada, pero ya verás como la levantamos, sé que en el campo la vida es difícil, sé que por allá lleva meses que no llueve, pero así me voy a regar el grano, a raspar magueyes, y a lograr la cebada que a fe y gracia de Dios se pondrá verde. Y ahora que, te he dicho mi destino, quiero que guardes ese secreto como el sentimiento tan leal sabes te confió tu padre antes de partirse a los United States. Tú y yo sabemos bien el rango de la confidencialidad. En fin, así está la cosa de que me marcho, no quiero que le digas a mis conocidos ni a nadie hacía donde enfilé mi vida, nadie me buscará en mis raíces, siempre me han creído un burguesito de categoría incuestionable. Total, mi estimado gringuito, espero y pronto otros aires me empujen a tener ganas de verte, por ahora debo preparar la mudanza que llegara en unas horas, he decidido salirme en la noche, sólo espero un gato negro que en mi azotea siempre se aparece.

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