domingo, 20 de febrero de 2011

Radiografía en primera persona


¡Pinche, Chino, tú sí eres feliz! Bueno, yo igual tengo familia, está mi madre conmigo y con ella me basta. Pero ¡ay, ay el amor! Mi hermano ha puesto música que me hace pensar y pensar. Jennifer es una niña que está lejos, sí, igual que tú está bien lejos. Yo aquí debo concluir: planes, proyectos, tantos itinerarios que se requisita en una sociedad globalizada. Que qué mis amigos, pues ellos quieren que los busque. Sí, sé que la amistad debe procurarse, debe regarse como una plantita, pero todos están tan metidos en sus proyectos, en escalar puestos, en ascender a mejores lugares. A veces pienso que mis hermanos se han vuelto tan materialistas, tan valemadres, pero saben vivir la vida. Mi hermano se hace un buen look, se engalana, se perfuma, y sale a bailar, a reventarse toda la semana que llevó ahorrando; para llegar al otro día. Y yo aquí sentado a la mesa con mi madre, viendo sus movimientos, sus ociosos y testarudos movimientos después de cenar. Mi hermana ya no vive con nosotros, no tengo idea ahora dónde se encuentre, pero ella igual vive, que si los viajes; las joyas directas de Francia; las discotecas; las salidas a restaurantes, caros, carísimos. Y yo, a dónde por este rumbo; trabajar, el internet, y un poco chatear de amor. Pero ahora todo se me acaba, y por qué diablos no soy como aquellos tiempos en que éramos bachilleres, y por qué no arreglo el bocho, y me jalo a donde mis pasiones me lleven. Y por qué no hago mi vida, y por qué no vuelo de nuevo del nido, por qué tendré un corazón tan blandito, y si mi madre me dice vuelve, yo vuelvo. Y por qué no busco al amor de mi vida, y por qué no voy a abrazar a Jennifer, o a reencontrarme con Lorediana. Y por qué no lucho en nombre del amor, y por qué me he estancado en lo mismo; ver películas, leer, escribir, escuchar y organizar música. Total, mi Chino, ya no queda mucho de lo que era cuando nos conocimos; hay albures que ya no aplican, hay amistades tan añejas que ahora son puras promesas de un recuentro. No, yo le tengo miedo a eso de engendrar ya a mi hijo, a mi hija; no sé si todavía podría hacerme cargo de ellos. Si con mi madre no sé, cuando tenga que llevarla a la cama del brazo, limpiarle su boquita, como sus ojitos. Sí, mi estimado Chino, estoy malbaratando mi vida, agriando mi vida; será como las tantas manías que, pensaba nunca iban a arraigárseme: morderme las uñas, y ponerle limón a lo necesario que sea comestible. Perdóname Chino, por eso de ponerme absurdo y pesimista. Pero ya todo me duele, no, no hablo del cuerpo, gracias a Dios; creo en Dios, gracias a él no me duele nada, ni mis rodillas, ni mis ojitos siempre rojos. Pero estoy agriando lo más valioso que dicen tiene uno, y claro, el tiempo. Aún así teniendo todo lo que tengo estoy infeliz e insatisfecho. No, no sé si me falta el calor de una familia, el amor de un padre, novia o amigos. Pero lo que sí es cierto es que necesito vivir otra vida; los cinco o seis años en que he vivido en esta ciudad de México han sido para enfrascarme, para ser meticulosamente selectivo, para temer de alguien y cuidarme del vecino como del frío. No sé si quiera regresarme a ser el de antes, no sé si necesito aún del protagonismo. Allá en Calpulalpan, nuestra tierra de antes; éramos felices, yo lo era, al menos mis amores no estaban tan distantes, los sufría y los curaba allí mismo. Pero ahora estoy vacio. No estoy peleado de que aquí las niñas quieren divertirse, no estoy peleado en volverme divertido, pero ay dolor del corazón, si al menos hubiera injertos o trasplantes de sentimientos. Total, aquí no voy a conseguir enamorarme, seguro y en unos meses me vaya a otra parte a seguir juntando momentos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario