domingo, 20 de febrero de 2011

Algodones de alcohol


Mientras redacto estas líneas de hoy, 11 de septiembre, no seré un terrorista en Nueva York, no seré un mercenario de la palabra, ni un claudicante de la pluma y el talento, en cambio hoy seré un falso hombre de papel, y haré lo que en el fondo de mi corazón y mi mente duele, por tan sólo cumplir con la tarea, escribir.
No escribiré de mi profesor de estilos periodísticos y literarios, aunque es un poco raro cada vez que entra al salón de clases, pienso que ha de tener alguna filia a las paredes frías.

La tarea que nos encargó el profesor Joel, fue crear un cuento que relatara fobias o filias, no es raro que a mi parecer ha de querer que el retratemos algún ejemplo de vida en su fina estampa de maestro universitario.

Para escribir debo estar preparado con algodones empapados de alcohol. Cada vez que mis compañeros de la facultad mencionan, ‘’prensa escrita’’; mis ganas de salir expulsado más lejos que el cohete Chalenller se vuelven enormes, porque redactar, me tortura y no me mata. No es en vano que el taller de televisión es mi claro pretexto para evitar aquella tinta roja que marque mis errores en cada nota periodística que entregó por una calificación fingida en mi historial. Al carajo con la pirámide invertida, y al diablo con objetividad del quehacer periodístico. Qué chingados me importa si Felipillo es de los más votados en you tube, qué carajo si hay una megamarcha mundial contra la narcoviolencia, qué chingados quiero saber si los secuestrados gritan de dolor o de sentimiento patriota, vendados de pies y manos. Al carajo con los niños de la calle que duermen con la mierda del burgués en las coladeras, qué canijo me importa si Pemex o la UNAM se privatizan por gringos valemadres. Mucho menos quiero saber si Cuba es arrastrada por un huracán divino al Triángulo de las Bermudas. No me importa si México gana todas las medallas paraolímpicas en China o Sudáfrica. O si se les escapa de los laboratorios un virus que invada al mundo, o si Obama gana la Casa Blanca o es el anticristo.

Hace unos minutos mejor me importó pensar en hacer un cuento de mis traumas en mi infancia, pero me dio miedo desenterrar los fantasmas que el psicólogo Limón, sepultó hace unos años en lo profundo de mi inconsciente. Es por tanto, que terminé escondiéndome en mi cuarto bajo llave, no sin antes partir una manzana roja, de las que nunca hacen falta en el frutero roto de Mina, mi abuela fallecida hace unos meses. Últimamente, se me ha hecho costumbre comerme la mitad de la manzana antes de disfrutar mi película porno favorita y, devorar la otra mitad después de lavarme las manos.

Alguna vez escribí poemas y cuentos en los primeros semestres de mi universidad, pero los abandoné, porque sufrí desamores y desencantos. Recuerdo el poema que hice para ella, un trozo de mi corazón y la mitad de mis lágrimas se fueron allí impresas; ese es uno de los motivos por los que me deshila el alma coger un lápiz y escribir. Desde aquel momento no me he enamorado, sólo me he ilusionado tontamente, tengo miedo a perder el último trozo de mi corazón que sigue esperando el golpe certero que me haga olvidar hasta la forma de la Tierra.

Ya no recuerdo que profesor mencionó, hace una semana que debemos quemar aquellos escritos que nos comprometa, pero aún conservo en aquel cajón húmedo de mi escritorio el borrador del poema que le compuse y regalé en la preparatoria a Dulce, porque si aún lo conserva vería cuánto amor sentía por ella y después sabría que mi pasión por escribir murió en sus versos.

Digo pues, no sé si trabajar con el cuento de la filia de mi profesor especial, el que desea escalar las paredes en cada momento, o en algún caso describir el acto pornográfico de las lesbianas gringas de las que me he enamorado cada vez que me encierro en mi cuarto a comer manzana, o de algún modo transcribir el poema de ‘’ella’’. Pero doy por sentado que ni el profesor, y ni las lesbianas, ni mi ex novia les importaría escuchar a un loco que huele algodones de alcohol y se torturaría si fuera escritor o poeta, y peor aún, que ve a Dios cada vez que viaja en Metro.

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