sábado, 12 de febrero de 2011

Microcuento de atracción



La vi, y mis ojos se me fueron, se me volaron en sus desparramados senos. Luego su voz, ¡válgame Dios! Qué grande eres, qué grandes senos, luego su boca, maldita sonrisa que se me sale y ella, lo sé un encanto mirarme. Entonces, lo sabíamos, había algo entre nosotros que no podía llamarse amor, pero igual y se cocinó en la cama.

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