domingo, 20 de febrero de 2011

Cambio de estafeta


Hoy quiero mentarle la madre a la literatura. Hoy la desconozco como madre de mi inspiración en aquellos mis años mozos, porque ella me arruinó parte de la vida. Viví engañado por la sociedad que me dijo, eres buen escritor. Viví engañado por editores y profesores, por no decir lectores que me leyeron y descubrieron en mí una desbordada imaginación. Estoy enojado con el arte de escribir. Escribir es un oficio que cuando llegas a edad sólo te deja aplausos y nada más. Hoy no tengo patrimonio, sólo libros, textos y cuentos en periódicos y revistas sin lector. Abandoné mi carrera hacía una vida mejor por ser entre comillas, poeta y escritor, pero la garra del destino me ha abierto los ojos de un puente que ya quemó. Maldita sociedad de escritores que en ella me incluyó. Ahora no tengo nada, y lo que sé no vale más que a cuenta gota para jóvenes escritores con un destino más que incierto. Voy a virar esta vida al carajo, porque reniego ser escritor. Por qué no sólo vi desde lejos, por qué estoy más triste hoy. Me enoja pensar en el puente que pude haber tendido y del que sólo quedo recuerdo, melancolía y abandono. Voy a quemar estas naves del escritor frustrado; aplaudido por gente contenta y feliz como lector.



* Mensaje de un escritor
Quiero que me crucen las manos cuando me muera, sólo así podrán decir a los que lloran, que nunca hice nada, no trabajé, no fui en busca del brillo contante y sonante, que me aparte del mundo con un lápiz siempre pegado a la mano, un pedazo de madera que venden en cualquier papelería. Pero nadie sabrá que aquel trozo de madera seca, dibuja golondrinas de los sueños, los días de mi insomnio; de noche no dormía y de día no comía, se la pasaba esperando que lo tomará, de cuando en cuando para contarle todo lo que había visto y escuchado. Acostado debajo de una flor, encogido de hombros, esperándome tejiendo y destejiendo ideas convulsivamente en su punto y en su goma, impaciente me esperaba con su mirada de lápiz, a veces bajo mi cama, en la alfombra olvidada, en el cajón húmedo del escritorio, dentro de la libreta vieja, con sus ojos alegres, siempre fosforescentes por contármelo todo, de noche mirando toda la soledad de la casa, la muerte que asechaba a quién sabe quién, la reunión de la familia podría ser alrededor de mí.

Recuerdo que a veces se escapaba conmigo en la libreta, pero hoy no está conmigo en mi muerte deshojada, tráiganmelo, quiero verlo, antes de que me cierren mis ojos y luego el ataúd de mi acostumbrado cautiverio, quiero tenerlo, quiero verlo llorar por última vez, llorando en una sala mortuoria atarragada de lamentos, quiero ver sus lagrimas de grafito sobre mi ataúd o empapándome la solapa y so pretexto de que se quiera ir a morir conmigo, juntarle sus manecitas, conmigo.

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