domingo, 20 de febrero de 2011

Garibaldi


Bueno, te voy a contar lo que hice, más bien, lo me pasó anoche. Aclaro, mi estimado que, yo nunca he tenido que ver con hombres en la cama ni fuera de ella. Ayer me fui a Garibaldi, y terminé dando zancadas fuera de una cama. Sé que, lo que les cuento es tanto comprometedor y veraz que en resumidas cuentas, tendré que sintetizarlo. Así pues, sucedió que me encontré a un joven mayor que yo, me invitó un par de cervezas grandes; así, así me tomé más de tres litros y concluí la cuenta en más de tres o cinco horas; escuchando la rocola y platicando con el hombre del que nunca dude sus gustos por las mujeres, ¡pero válgame sorpresa! Resulta que, se me hizo noche y traté de quedarme con mi amigo entrecomillas, para el otro día salir con rumbo a mi destino que también, es tu casa. Bueno, a sabiendas de continuar la parranda compramos un tequila y un refresco. Todo estaba bien hasta cuando el chavo, dijo, quítate los pantalones para que estés más cómodo; y me pasó la mano sobre mi asunto ya tieso y excitado al ver una reproducción porno en el televisor. Yo quien no estaba pedo, y como aclaré, nunca he tenido y sostengo ahora, nunca tendré ese gusto por las pingas, ni nada de lo que cogerme se refiere. Total, me puse a decirle que conmigo se equivocaba, que yo sólo le hablé por tener una amistad y, que aquí entre nos, yo no era de esos gustos. Total, discutimos puntos de vista sin sonrojo ni pena, pero nunca me mostré relajado; bajándome mis apretados pantalones, muestra de mi más preciado amigo protector, frente a un canijo que a bien y a modo quería coger. Total, seguimos tomando tequila, y yo en descuido tirando uno que otro tanto bajo la cama. En fin, fui al baño, regresé algunas copas en el excusado y medí las consecuencias de mis actos, ¡tenía que salir de allí! Regresé a la cama, y el declarado homosexual seguía allí. Me tomé dos que tres sorbos más. Y por fin, la oportunidad se abría a la vista. El chavo fue al baño…, y en eso que me pongo por obra de un milagro mi tenis, dejé los calcetines y apreté el paso hacia la puerta, temiendo que la encontrara cerrada. Pero no, volé sobre las escaleras y corrí pasillo como potrillo alocado en vísperas de rescatar su virginidad del detrás de mis gustos y costumbres. Las voces de quién sabe quién no se hicieron esperar, pero yo abría puertas y partía la avenida en mi escape, hasta terminar al resguardo de una jardinera, que a bien me ocultó de luces y ruidos de torretas, hasta que amaneció…, y veme aquí escribiendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario