sábado, 12 de febrero de 2011

Esther



No es que yo no quiera a Esther, tiene cierta parte de mi corazoncito, pero porque es mujer casada. Luego la veo salir de su taller con sus ojitos inmensos, y sus labios carnosos, y es que ella es una mujer atractiva, pero como siempre está operando la bordadora, a veces para ella no tiene tiempo. Conocí a Esther, una tarde cuando yo me había mudado de casa. El taller queda en la planta baja del edificio y yo bien metiche me fui a meter. Ellos hacen maquila clandestina. Trabaja simulando las mejores marcas deportivas en prendas para hombre y mujer. Total, aquella tarde decidí platicar con esa mujer tan linda que entraba y salía de operar aquella bordadora que, atiborraba el edificio con su sonido de 50 ó 60 decibeles de tolerancia para mi oído. En fin, platiqué con Esther como lo haría un sano desconocido, tuve acceso por una puerta corrediza, llegué a observar la magia de bordadora y la cuantía de hilos y colores que usa y pone a trabajar varias cabezas con agujas y bastidores. Ahora bien, Esther me contó su vida, la vida que tenía con su esposo y familia, yo a grandes rasgos le simplifiqué la mía. Hubo dos que tres veces que nos despedimos rosándonos los labios, a la semana ya la tenía hincada al borde de mi cama, chupándome la verga. Y es que la vulgaridad cabe en estos lados también, porque anticipadamente dije que: no me iba a enamorar. Ella sí se enamoró y por eso y por decírmelo, salió de mis planes y visiones tres equis tenía en mi colchón. Yo no puedes entregar el corazón en un caso así. Me duele con el alma alejarla de mis días, pasar imperceptible al subir el elevador, mejor me alejo y la veo salir de su trabajo, cerrar la puerta, arreglarse el pelo y apretar su paso hasta donde su familia seguro y la espera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario