domingo, 20 de febrero de 2011

Calpulalpan, Tlaxcala


Ahora sí mi estimado, Chino, voy a contarte lo que hice allá en nuestras lejanas tierras de Calpulalpan, Tlaxcala. Como he prometido contarte todo, voy a resumir en dos pares de cosas: unas buenas y otras malas. Así pues, las buenas son que sí me fui a Calpulalpan el viernes por la noche, y regresé sano y salvo el lunes por la tarde, pegándole el ojo a la noche; además de, enamoriscado de una chica gemelita y de cara bonita, que antes de partir de Tlaxcala había conocido, te estoy hablando de casi cinco o seis años atrás, los mismos en que he estado en México. Bueno, a merito de la brevedad que trataré en lo posible, voy a hacerte de conocimiento el otro par de noticias, pero éstas no tan buenas, son que: primera, no encontré a ni uno de nuestros contactos de la prepa. Los amigos han sido tragados por la tierra, bueno al menos este fin de semana se me han desaparecido; y la otra mala es que perdí un reloj de unos miles de pesos que me había hecho presente y con moñito, mi hermana en mi graduación. Total, iré a referirte en cómo llegué a Calpulalpan, y en cómo la encontré, porque tú allá en tierras americanas ni te has de acordar del olor de su tierra convertida en lodo después de una lluvia caprichosa de enero. Bueno, pues el viernes en la tarde salí rumbo para Tlaxcala, no sin antes ducharme y rasurar mis barbas del día. Iba irritado de la cara, pero arrastrando tras de mi espalda; una mochila rechoncha llena de pertenencias, y mi incondicional cámara de video. Compré paquetes de galletas en el supermercado. Abordé el Metro. Adquirí en taquilla de la Tapo mi boleto y, me dispuse al recorrido de casi dos horas y media en el asiento número cuatro del autobús. Procuré colocar bien mi equipaje y minimizar el aire acondicionado para evitar la carraspera que se me avecinaba. Puse atención en la película ficción, mientras el vaivén del autobús hacía mover mi cabeza a trompicones y mareos. Total, creía en los viajes relámpagos, pero aquel recorrido superaba en tiempo y forma mi concepto, pues llegué a Calpulalpan en poco tiempo, bueno al menos a mí se me pasó leve y ligero el rodar de las ruedas sobre el asfalto. Has de recordar mi estimado, Chino, que en Calpulalpan existe una enorme asta bandera, pues sí, sigue existiendo a lado de la gasolinera. En tanto que, antes de bajarme del autobús, envié algunos mensajes para acordar mi arribo con un amigo y compadre que, para este asunto le autonombraré, como yo bien y él lo sabe, nos hemos conocido, así pues le digo: El Bambino. Ocurrió que, después de una larga espera, has de recordar la estatua que mal llamaran y llaman aún; La estatua del Chavo del Ocho, pues sí, allí llegó mi amigo, El Bambino. Nos fuimos a su casa, porque cabe decir que la boda fue en Tlaxcala, Tlaxcala. Así pues, no había nadie en su casa, todos estaban lejos, organizando todo preparativo para festejar a la hermana de mi cuate, El Bambino, que bien se llama Liliana. Total, llegó mi compa, venía con su primo Elivorio, mejor conocido como Boyo, que para mi palabra y mi fe, te he de dar a conocer es un chico trabajador, pero valemadres en ocasiones, no tiene suerte para enamorar chicas, pero en los bailes has de ver como las mueve. Total, venían jalando una bicicleta de carreras, digo venían jalando, porque una rueda, precisamente la trasera no le funcionaba. Total, entre saludos, gritos, empujones y buena lid, llegamos a la calle cerrada que has de recordar está bajando del CBTis, nuestro CBTis; ya tan cambiado, tanto de generaciones como de instalaciones y tantos aditamentos. Total, abrimos zaguán, botamos regalos, y encendimos tele. Llegaron otros dos primos de mi cuate, El Bambino, así pues, fuimos cinco los que observamos cantar y concursar a las quinceañeras en un canal especial de la tele. Reímos, criticamos y nos repartimos los nombres de las chicas que concursaban en una fiesta de quince años, yo me quedé con la conductora que hacía más de hermosura en el televisor. Se calentaron los ánimos que ya nos estábamos discutiendo el culo proyectado en la caja idiota; todo en juego, aclaro, que hasta sacamos la cámara de video para filmar nuestros mejores zapes. Tú has de saber mi estimado, Chino que, los chicos de acá son buena lid y no se encabronan hasta romper madres y desconocer a los amigos, así pues ya nos estábamos dando dos contra dos y el otro filmando todo nuestro desbarajuste: que ya nos aventábamos cojines y le dábamos a los cuadros, que ya nos amagábamos cerca de la cantina, casi derribando a tantos santos y virgencitas había en un aparador y otro allá cerca del refri. Total, botamos jarra con agua; rompimos CD´S; estropeamos regalos; desenfundamos cojines y sillones; nos revolcamos en el suelo contando: un, dos, tres. Has de saber que todavía traigo adolorido el cuello. Total, después de dos o tres intentos lograron amagarme, hasta mi calzoncito puteril, quedó roto al hacerme calzón chino, has de saber a qué me refiero; si tú lo practicaban tanto en el CBTis, ¿no es así? Total, nos la pasamos a toda eme. Llegó el momento de recoger tanto galletas, destrozos y charcos de agua que se hicieron en el centro del lío. Finalmente, observamos nuestro desmadre en la cámara de video. Uno reía y el otro adolorido se quejaba, otro sudaba y el otro más sostenía la de video. Así nos cayó la noche, todos apestosos y viendo la hora en el celular, acordamos la partida exacta a Tlaxcala. Nos levantaríamos a colocar la corona de flores blancas y centro amarillo en el zaguán de la casa. Nos bañaríamos y arreglaríamos los regalos que salieron aplastados en nuestra batalla campal. Total, después de estrechar manos, salieron los primos de mi compa. Me lavé los dientes y jalé mis cosas para dormir. Mi compa, El Bambino, me invitó a quedarme con él en una cama algo apestosita a orines, pero ofrecida con mucha hospitalidad y cariño. Recuerdo, platicamos algunas cosas de Calpulalpan y sus mujeres, observamos videos y fotos en celulares, hasta que el sueño nos atrapó… El ruido de un huitlacoche picoteando la ventana…. Al otro día, sábado, te soy preciso, nos levantamos; mi cuate apuro el paso con su primo que ya estaba en la puerta: colocaron la corona, dieron de comer a los animales, y le atizaron a un bote lleno de agua para bañarnos en el siguiente orden. Primero yo, que como princesita apenas había endulzado algunas tazas con té, y preparado mi atuendo; camisita a rayas moradas y pantaloncito negro y de vestir, zapatos que allí mismo engrasaba. Total, el segundo era el primo Elivorio, que con flojera postergaba su manita de gato; yo no, pues en poco tiempo ya estaba calzándome zapatitos bien lustrados, y engominándome el pelo. Mi cuate, El Bambino, fue el último en terminar de arreglarse, y por consecuencia el último en engullir galletitas y taza con té. Él iba con un chaleco negro y una camisa a rayas moradas, parecida a la mía. Hacía frío, pero tratamos de organizar todo: que la batería de la videocámara, que los anillos y monedas, que los regalos, que las llaves, que el dinero; total, hasta la comida de pollos, perros y tantos animales tiene mi amigo y compadre, nos la arreglamos para dejar bien concluida. Para no hacértela más larga mi estimado, Chino, estoy por concluir mi anécdota que te había prometido (ya te veo cansado, y pensando en que te albureo, pero no, SIENTATE). Salimos de la casa, no sin antes atorar la puerta con su debida tranca y salir por un camino ajeno. Ahora bien, los cinco, incluyéndome, compramos boletos, y fuimos los primeros en alojar el autobús y el asiento que quisiéramos. Todos íbamos cerca. El Boyo escuchando sus cumbias. Los hermanos clavados en la película de espadachines que el chofer había puesto; yo preferí alternar la mirada ante las bellezas exuberantes que se proyectaban en el televisor, y las mujeres calpulalpenses que caminaban sobre las aceras y el andador. Has de recordar mi estimado, Chino, en cómo dejaste Calpulalpan, bueno, pues ya dio todo un cambio; ya tiene quiosco, la Presidencia se ha pintado de amarillo, han colocado parquímetros, han adoquinado la avenida principal, han cambiado la estación de bomberos, policías y hoteles. Bueno, Calpulalpan es otro que, de seguro te recordara mucho cuando regreses. Total, pues salimos de Calpulalpan con rumbo a Tlaxcala, nos fuimos en autopista y llegamos en breve. La Capital, también es otra, nos bajamos del autobús para abordar luego una combi. Recuerdo una mujercita con cara de ejecutiva, me echaba el ojo, y yo conocedor del flirteo capitalino, lo sabía y allí salían a la luz mis técnicas de ligue y reojo. Total, pagamos y el chofer nos dejó en la Iglesia de San Juan. Bonito el lugar de San Juan, hasta tú lo has de conocer; sino pues, allí hacen una feria, dicen muy bonita; aunque cuando llegamos los juegos mecánicos estaban apagados. Total, repechamos poco a poco la lomita, íbamos estrechando la distancia con peldaños grandes y pequeños, pero ambos sofocantes. Hacía un calor de fuego, pero de fuego como de peregrino apostando sus plegarias a la montaña que coronada con su iglesia daba la absolución de todo pecado. Para no hacértela más larga, y ya te veo riendo de albur… Te cuento que allí estaba la novia, estaba en la justa entrada de la iglesia; Manuelito el sobrino de seis años, sobrino de mi compa, le agarraba la cola del vestido de novia. Llegamos algo sofocados. Alguien por allí encendió la cámara de video, pero yo llegué saludando a mis padrinos, a la novia que agradecida me apretó de la mano, y me dijo algunas palabras gratificantes. El Padre estaba dispuesto al arribo de los papás y padrinos de los novios, con su traje de Padre y su atuendo que lo cercioraba para oficializar la unión de los prometidos; esperaba y esperaba, hasta que estuvieron presentes todos. Hubo una formación de personas que se sentarían cerca del altar con los novios. Entró el mariachi. Se abrieron los micrófonos y se dio pie a la misa con la voz, la biblia y la reflexión del Padre. Yo estaba a la mitad casi del butaquerío y la gente. Y precisamente, a la mitad de la misa me hice del poder de la filmación del evento. Cuando el Padre ya estaba oficializando la unión que, me paso atrás de él para dejar permanecía del acto. Hacía paneos completos, nunca zoom, pero sí paneos que incluían al Padre, a los novios, a los invitados, al mariachi, altares y tantos santos y adoratorios. Me sentí único e indispensable ante la mirada de una cuantía de niños, señoras y señores; además, de algunas primas de mi cuate que ya me estaban echando el ojo. Vieras que diferente son las mujeres de provincia a las chicuelas de la ciudad, y demás suburbios. Pero a lo que me truje (por qué ríes, ah ya), diremos que los papás de los novios dieron su visto bueno y el Padre su bendición. Se hizo la fila para tomar la ostia y perdonar tantos pecados, no sé si tuvieron confesión, pero la misa concluyó al jolgorio de mariachis y tantos confetis y arroces les tirábamos a los novios, que pobres tenían que cerrar los ojos y la boca y seguir bajando escalones. Se siguió filmando, yo corrí a apachurrar a la novia, deseándole abundancia y felicidad, y luego corrí con la banda a una camioneta que nos llevaría al lugar del festejo y el debraye. Mira que yo no soy achacoso, pero apenas y cupe en la cajuela de aquella americana negra: que ya se me clavaba una rodilla, que ya el frenado en mi riñoncito daba molestia con una moldura metálica. ¡Por aquí un palo de escoba, por allá un griterío de chamacos y clemencias de muchachas! Total, el arribo no estuvo muy lejos, era el lugar un ranchito con adobes revenidos y una lona amarilla que bien se veía a lo lejos. El pasto estaba quemado y listo para la fertilidad de algún cultivo que a bien se sospechaba iba a ser de nuevo: cebada. Alguien en la entrada había comenzado con el ritual del lugar; se había encendido una gran copa que quemaba ocote, o copal, qué sé yo; algo humeante muy lejano al incienso que ponía mi madre, y ahora pone mi hermana. Entre zanja y zanja fueron llegando los invitados en tantos vehículos del año y deportivos, como destartalados y en desuso existen. La novia estaba allí con su vestido blanco, me acerqué a ella para que me encargara a su chamaco como de dos o tres años. Total, qué iba a hacer yo, compadre, sólo abrir los brazos y recibirlo, tratando de convencerlo para que no llorara. Mira, mi estimado, Chino, tú has de saber, y lo digo por tu niño de cuatro años, lo que es un niño a punto de estallar en llanto con su trajecito de catrín que le da un aire entre cómico y tierno, finalmente un auxilio desesperado. Total, hice dos que tres contorciones con el chamaco en brazos, me fui a sentar junto a una mesa desocupada; siempre tratando de que el niño viera a su madre y no llorara. La dos en una; madre y novia, paseaba con su esposo y sus padres, trayendo consigo una corona de flores blancas en la cabeza y, la copa de copal abriéndoles el paso en cada cuarto del ranchito con olor a orines en el aire, y las higuerillas asomándose en los adobes por donde se les viera, todos verdes. El caso fue que terminó el ritual del paseo de aquella cruz hecha de flores blancas y toda esa gente siguiéndoles. Entregué al niño a alguien que bien le enseñó unas galletas y del suplicio infantil me deshice. En mi ayuda llegaron: mi amigo y acompañantes, grabando, grabando y grabando. Con ellos llegó una señora ofreciéndome el primer trago de la fiesta, y el tequila no se hizo esperar en mi vaso, ni en mi estómago. Pero no podía tomar más, porque el fuego intestinal se me hizo presente. Y allí venían los platos, los saleros, y las tortillas recién calientes; luego, el arroz; los mixiotes; los tlacoyos con salsa verde, queso y cilantro. A veces el alcohol te pide una cama de reposo interior. La comilona estuvo buena, y algunas chicas que tenía enfrente, observándome. Yo, como que me acomodé de perfil y allí estaban las gemelas; Mónica y Monce, bonitas como sólo ellas, primas de mi compadre, El Bambino. Comí sin tratar de forzar miradas, algunas que otras se me escaparon. Total, yo cuidaba el comer sin ensuciarme la camisa, pero los puños de la misma; alguno que otro rastro de mixiote se embadurnaron. ¡Nada de qué preocuparse! Busqué el refresco y terminé por llenarme. Mis cuates abrieron y cerraron la orden con dos o tres más platadas de tlacoyos recién sacados del aceite y engalanados con su quesito y cilantro. Un primor de comilona se hacía en todo el ranchito. La música del mariachi (loco), aloco y amenizó a su forma el ambiente, luego se fue y dejaron tomar parte al sonido. El sonidero es lo de ahora por esos rumbos, mi estimado, Chino. Bueno, pues la boda era un éxito, no faltó el papá del novio que fuese poeta y declamara versos de Amado Nervo. No faltaron las risas, las ganas de comer, de mancharse los dedos, la ropa y perder los modales. Has de saber que así se disfrutan mejor las fiestas de pueblo. Pero bueno, a lo que voy es a dejar la mesa y a decirte que me senté con toda la plebada de mis amigos y acompañantes. Las primas de mi cuate, El Bambino, estaban que se quedaban torcidas de verme. Pero bueno, salimos un poco al patio, lejos de música, y tanto sonido y platicas de comensales. El dialogo entre primos se tuvo que dar, mi cuate hasta se aplicaba, seguro con una prima suya, pero la gemelita Monce, no tenía madre, es muy bonita. Total, entre juegos y acercamientos que, mi compa me presenta a sus tres primas que eran hermanas ellas; todas bigotudas, no me gustaron, aunque había una que hasta se clavaba en sus tacones y me ponía sus ojos en blanco. No me importaban tantos resbalones, lo que yo quería era el menos el número celular de la gemelita Monce. Se dio el caso que mandé a un primo de mi cuate a pedirle el número a Monce, no pude sacar mi celular y pedírselo, me faltó más producto de hombre. Pero bueno, Monce se acercó y yo que saco luego, luego el celular para anotar también su número. Después de algunas carcajadas y bromas, se fueron las gemelas. Estudian en un internado y tenían que irse. Total, un beso y adiós. Ya tenía su número. Algunas mujeres me sonreían, pero ya todo era para mí, broma y reto. Una chava por medio de mis cuates me llamó, le tiré la onda y le hice anotar mi número de celular, diciéndole que si regresaba pudiera que bailara con ella. Total, se fue la susodicha Pati, y no me importó si fuera a regresar. Entramos de nuevo a la fiesta, las primas bigotonas estaban con mi cuate, El Bambino. Yo acudí a la mesa de otra prima de mi cuate, se llama Rosario; que ya me estaba presentando a una amiga suya, originaria de Oaxaca, alta y pechugona la mujer, unas piernotas que imponían y unos tacones que iban más allá de mi loca imaginación. Total, nos presentamos, compartimos algunas experiencias de nuestras profesiones, y que le doy el número de mi celular a la tal mujerzota que era la Vianey, una potranca recia y frondosa. Ella hizo timbrar mi cel, pero yo como que no lo traía, ni se escuchaba ante el ruido de tantas bocinas bailoteaban el lugar. Bueno, mi estimado, Chino, pues que estuvo allí el ligue, las encaminé a su trasporte y regresé a bailar, a tomar y a filmar. Luego, me sumé a cargar al novio, a la víbora de la mar, al ritual de la corbata y el liguero. Saqué a una bigotuda a bailar, luego, a una señora que me tiró alguna vez la onda; después, conversé y filme borrachos, reventé huevos con confeti, serví tragos, agarré piernas de bigotona, presumí mi trayectoria en México, saqué a bailar a una señora casada y celada por su marido; una cinturita que atesoraba un holgado traje sastre. En seguida, terminé por despedir a las primas bigotonas y estrechar manos de sus papás que bien sé, les tuve que ver caído. Señor panzón, aires cómico Galván, y señora ojitos María “Feliz”; pensaban que les iba a sacar de blanco a una hija. Soñaban ebrios. Total, eran apenas como las diez de la noche, y yo ni pastel de chocolate quise comer, mejor me acerqué a una chica que antes niña hube de haber conocido; ahora una mujer que de alta me pasa unos centímetros. No me gustaba, pero reverendo cuerpo tiene esa chica llamada Lorena. ¡Lorena, que caderas, Lorena! Pero todo fluyo como amigos. Nos fuimos a acostar, pero en unos minutos nos salimos, ella y yo, porque todavía la música y los pies aguantaban otros requiebros. Y que bailo y que baila la chica, vieras que cintura la suya, preciosura de hembra en mis manos. Total, el tiempo que luego tuvimos, fue de estar comiendo pollo a las brazas, quemando cerrillos que bien poseía en una chamarra borreguera que me había puesto anteriormente. Total, después los borrachos se pusieron locos. El hijo que dormía, salió como sonámbulo a sujetar a su padre, lo amagó hasta que se cansó y lloró el borracho, diciendo puras palabras horribles que de seguro hirieron a madre y a hijo. Total, yo seguía platicando de los romances de Lorena, la chica alta, hablamos de sus galanes, sus metas y proyecciones. En lo que se podía trataba de darle consejos, aclaro, siempre quise y fui su amigo, nada de insinuaciones. Los borrachos y las borrachas, bonitas borrachas, terminaron por encender celulares y cantar y cantar y cantar. Yo con la chica alta, comiendo pollo a lado de una fogata y quemándonos los zapatos, luego comiendo tamales. Salió del cuarto mi camarada, El Bambino. Se nos unió a la contemplación de borrachos, y le serví una copa, luego otras dos para mí. Concluimos irnos a la cama, ya eran como las tres de la madrugada, pero aún así había alcohol y fogata; no nos importó, cerramos la puerta para adormecernos de frío en una colchoneta. Bueno, pues has de saber mi estimado, Chino, que aquí es muy de México el recalentado, así pues, al otro día ya estábamos sacando agua del pozo, barriendo el patio, tendiendo mesas, manteles, sillas; y otro tanto desayunando poco, para en seguida: limpiar tomates, hacer el menudo, moliendo maíz, chiles; calentando todo, todo. Y otra fiesta, llegaron las bigotonas en la tarde; medio discutí con mi cuate, porque yo ya hecho polvo y teníamos una reta de básquet en Calpulalpan, y él bien que mal quería ligarse a una bigotona de sus primas. Total, servimos, comimos, repartimos fruta a invitados. Pronto, vimos partir al bailarín del Boyo, todo enojado y sacando chispas. Yo me quedé con mi compadre, El Bambino. Total, ya habría momento en que nos fuéramos, mientras posábamos para y con las bigotonas frente a sus celulares. Por fin sus padres se iban, cargando por la patas a un gran guajolote. Se fueron las bigotonas, pero la interesada me pidió el número de mi celular, se lo di. Minutos después, partíamos mi cuate y yo en una camioneta americana con rumbo a Calpulalpan. Entre tope y tope, yo iba agarrando la jarra con mole que amenazaba con vaciarse completa de una bolsa sobre otra que, de emergencia había improvisado. Viajaba atrás con un niño que, yo asimilaba tenía o tiene una historia parecida a la mía. Su padre seguro es un demonio que casi nos los quiere. Su esposa seguro le tiene miedo, y está con él, por sus hijos. Bueno, llegamos a Calpulalpan entre trompicones y reversas. Le di un billete al tío de mi cuate, El Bambino; se rehusaba el hombre, pero dicen que con dinero baila el perro, y así fue. Llegamos a casa, cansados. Estaba maltrecha mi espalda. Vimos el resto de una película que se proyectaba el canal cinco. Salimos a darles de comer a los animales, luego arreglamos la cama y dormimos. Al otro día contacté a la gemelita Monce, y logré con un par de mensajes robarle un beso. En la tarde bajamos al Centro a quemar un par de DVD´s, y luego a ver si encontrábamos a Lucy, pero no la encontramos. ¿Te acuerdas de Lucy, mi estimado, Chino?, ¿no? Bueno, pues no logré reencontrarme con nadie, después de todo regresé camino a México, trayéndome recuerdo, olores, sabores y por qué no, uno que otro amor, que aunque lejano no deja de mensajearme.

*Qué crees mi estimado, Chino, la gemelita ya no me mensajea. Antes, cuando quería que le marcara, me timbraba y me colgaba, pero ahora ni lo hace. Yo fui el último que le envió mensajes, pero ahora no pienso escribirle. Mejor me llegaron mensajes de una chica que supuestamente me vio en la boda y consiguió mi número. Me ha pasado su Facebook, y se me hace bonita. Ayer nos mensajeamos y creo es una chava excepcional; sé que estas relaciones de lejos me hacen daño, pero qué se le va hacer a uno como yo de corazón viejo y joven con un sentimiento vacante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario