sábado, 26 de febrero de 2011

La madriza


¡Puta madre, Chino, antier me agarré a putazos! Salí perdiendo pero también ellos se llevaron sus madrazos. Todo se dio en un bar que está cerca de mi Facultad. Yo estaba con una reinita que apenas conocía, pero vieras cómo se movía, eso sí, recia la potranca para moverme el cocherón, y la tanga de a tiritas. Ya estaba tomado, lo acepto, y cómo no, si toda la plata me la estaba quemando en puro alcohol y cigarros para la bandera. Nuestra mesa estaba al fondo, todos apelotonados escuchábamos a la banda en el estrado más alto, veíamos videos y tanta proyección emergía en la obscuridad. El caso fue que, escuché como se rompían las botellas al caerse una cubeta de una mesa cerca de por allí. Se daban duro una mujer y un hombre, claro y entonces, pude reconocer a Amada y a Julio, una pareja que antes hubieran de ser mis vecinos, en un cuartucho que hace unos años rentaba. Total, y sucede que se daban como se dan de hombre a hombre. Amada es una chica robusta y de gestos como de carácter incrementados al por mayor. Julio tiene un cuerpo atlético y ágil y medio bonachón se ha puesto. Pues, ya te has de imaginar aquella escena de agresión matrimonial. Todos expectantes de aquella singular pelea. Hombre y mujer se crispaban y propinaban golpes sin soltarse. Él la tenía de los pelos, y ella le arañaba la cara y los brazos. Nadie hacía nada. No sé cómo corrí a la escena, abriéndome paso y botando a la chica que hace rato me empinaba tanto cuerpo como de su botella. Total, llegué a la escena y traté de separarlos, les llamé por su nombre, les dije, paren, paren, háganlo por su hija, Amada para, por favor. Allí fue cuando un par de cadeneros se me dejaron ir a putazos, puñetazos y patadas, y yo volé bien lejos entre las mesas. Todos corrían y se plegaban hacia las paredes. Entonces, yo como hilacho volvía a volar entre las mesas y bancos, quería liarme con aquel par de grandulones, y como has de saber mi estimado Chino que, en eso de lograr mi cometido no me importan los medios, así pues con la cara hinchada, no sé cuántas costillas rotas en ese momento, pero sí problemas para respirar que, rompo un par de cascos de botella, y que me dejo ir valiéndome madres sobre aquellas bestias que intentaron protegerse tras las mesas, pero yo que les dejo ir una y otra vez los cascos, ora en la cara, ora allá sobre los brazos y el pecho. El chiste estuvo que, llegaron dos hombres más y que me sujetan, vieras mi estimado que me arrinconan a un cuarto de baño y santa madriza que me acomodaron. Ya casi toda la gente había corrido, me abandonaron los cuates con los que venía, y la chica traserona que traía pegada a mi lado. Total, me sacaron como perro apaleado a la calle. En pocos minutos me encontró una patrulla de rondín. Las torretas que no se iban. El bar ya había cerrado. Y sólo la noche y las estrellas sabían de mi estado y trayectoria, porque no podía ni hablar del dolor en las costillas. No pude levantarme y correr como otras veces escapé de los policías, tampoco recuerdo qué pasó con mi mochila, aún desconozco su paradero. Sigo aun en atención médica, mi madre ha venido de lejos, dicen que estuvo aquí mientras dormía por la anestesia, pero dicen que ya no volverá porque todos mis comportamientos y acciones le afectan. Yo no soy el hijo modelo como tal vez tú lo eres, y has educado a tu pequeño escandalito. Yo ya no puedo estar más con mi familia, es por eso que saliendo de acá me voy no sé a qué lado, pero ya no quiero causarle problemas. Volveré a escribir mi estimado Chino, espero me puedas ayudar a brincarme la frontera. Quiero hacer la cosas diferentes, ayúdame, canijo, entre cuates ya habrá día en que, pueda echarte yo la mano, por ahora sólo te pido esa ayuda. Recibe saludos, brother, de un cuate madreado por la histeria, el alcohol y las copas.

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