domingo, 20 de febrero de 2011

El gym


Tú dirás que en el gimnasio puede pescarse puras buenas cosas, pero yo ayer me saqué a una vieja y ahora me estoy arrepintiendo. Últimamente, y me disculparas que esté hablando con puras leperadas, perdóname mi estimado Chino, es que hoy sí estoy encabritado. Total, tú me has dicho que apenas le estas entrado el gym, yo ya llevo tiempo jalándole a las pesas. Aunque como te lo imaginaras, no estoy muy hinchado, definido sí, pero cuerpo de Charles Atlas, no. Estoy delgado, pues has de recordar mi complexión de bachiller, no soy un esqueleto tampoco, el esqueleto es importante, es la base de todo, pero empezar de un esqueleto es duro como el demonio, exige tiempo, comida, proteínas. Bueno, bueno, pues te contaré, yo estoy yendo a un gym propiedad de la universidad, no pago mucho te confesaré, pero tiene lo indispensable: anillas, barras y pesas. Tú has de saber que las pesas te despiertan las ganas, el hambre y el sueño, y yo aquel día tenía las ganas de hacer las tres cosas; así que me lancé al gym. Cuando llegué estaba ella, la chica que hace un par de días llevaba observando detenidamente; más bien todos la observaban, un verdadero pavo toda ella. Tú mi estimado ya te imaginaras, allá en los United States has de ver puras rubias, morenitas y latinas. Total, pero esta chica sí estaba a todo dar con su licrita negra y su blusita rosa. ¡Es para cuadrarse! De verdad, una hermosura de muñequita, chaparrita y a todo dar. Yo nada más la veía de lejos, luego cerca, y vieras como se ponía loco mi palpitar de pies a cabeza, me daban ganas de jalar y de jalar. En veces me le acercaba de poco a poco con mi pose estudiada, en donde armonizas tu desarrollo muscular más perfecto. No te voy a decir que tengo un cuerpo enorme y listo para inscribirlo al Campeonato Físico del Año, pero a veces la actitud cuenta mucho. Total, yo caminaba frente a ella, con toda la intensión de que mis músculos se distribuyeran y se ligaran, de pies a cabeza, en un bordado perfecto; aunque tampoco me cuadro frente a cualquier ocasión, pero ayer sí que, debía armonizar mi físico, y caminar y caminar para atraer más su atención. Caminaba tratando de hacer funcionar en conjunto mis músculos, cosa bella y poderosa. Total, muchas flores para mi pose. Y es que mi gringo, el secreto de cuadrarse es tanto fácil y difícil, es como definir el omóplato y los tríceps al mismo tiempo y además simultáneamente los sartorios y los rectos-abdominales, y los bíceps y el trapecio, y todo armoniosamente, sin que parezca que estás sufriendo un ataque epiléptico, fingiendo muecas muy compungidas y haciendo un ridículo tu respirar. Total, es pura pose y machacar y machacar el cuerpo. En fin, yo me cuadraba ante la morra, vieras que nalgotas tiene, todos los pendejos la veían como si vieran partir un tren lejos, muy lejos, inalcanzable. Yo no, pues ya te has de imaginar mi parte; no te voy a chorear de que tengo el físico de mi carnal, ese rey sí está cabrón, hace series de caballo, y come de a madres. Mi carnal es otro pedo denso, hasta acude a Academias de Físico culturismo, toma proteínas y suplementos, jeringas van de aquí y allá. Sus series son óptimas. Se avienta la rosca derecha con sesenta kilos y la inversa con cuarenta. Se sabe todos los secretos del respirar bien, la médula de la caja se le abre como acordeón de orquesta afinada. Es un carajo, mi carnal, y no es como varios culos-sucios que se sienten Dioses que, se andan midiendo a toda hora: el brazo, el antebrazo, el pecho, el muslo, la pantorrilla, y el pescuezo. No, mi carnal se va arriba luego, luego. Aunque eso sí, se come lo que le llegue, puros pasteles y café. Diario hace sus rutinas de acuerdo a su masa muscular, sabe colocar las anillas en el pulley según su peso, y le mete y le mete, diez series de ocho, ochenta movimientos. Total, ese es mi carnal, pero ayer no fue al gimnasio, así que debía aplicarme con aquella muñequita. Acostado de espalda, haciendo el crucifijo quebrado, le clavé la mirada y allí fue nuestra detonación y el palpitar. Creo le gusté a la primera, yo ya la había visto antes y vieras cómo se me paraba el animal. Pero en fin, yo ya nada más la estaba checando de cómo se movía de aquí y de allá, me valía madres lo que dijeran otros; pinches morritos mocosos de la UNAM; de esos gueyes que gustan mirarse en el espejo todo el tiempo y usan camisa de manga corta apretada en el brazo para parecer más fuertes; o de esos que hacen ejercicios y series violentas para hincharse más rápido y desinflarse en una noche; total, puro morro de espinillas en la cara y voz delgada que quería ponerse a todo dar. Total, yo no tenía mucha competencia y ya debía la gacela cortejar. Había muchos ñores que, se fijaban mucho en mi mirar, pero hasta envidia les deba que ellos no se les pudiera parar; además hasta gordos están, de esa grasa que en la barriga es difícil quemar, imposible añadiría. Total, yo con mi porte griego no había mucho que batallar, no tengo necesidad de usar ropa apretada, ni de posar ante el espejo, ni de tomar tanta madre que se mete mi carnal. Soy naturalito y pura definición, sólo necesito un poco de fuerza en la masa, y algo de disciplina en mi rutina; por la mañana brazos y piernas; y en la tarde, pecho, espalda y abdomen. Ya en la noche, hambre y sueño. Total, yo trataba de impresionar a la morra, me miraba y la miraba. Hubo un rey que, también se la quiso rifar, un blanco e hinchado, con cara de mono güero, y pelo rizado como de moro; dio una octava en la barra, una subida de cintura y luego se balanceo como péndulo, intentó girar como si fuera una hélice, su cuerpo completamente se puso rojo del esfuerzo, con excepción de su cara que se puso blanca, blanca; no lo volví a ver, sólo perreaba yo a la chica. Ella ya me veía más seguido, luego sucedió que se me acercó, me preguntó como si fuera yo el instructor: de, cómo funcionaba el leg-press. Yo bien acomedido dejé el pulóver recto, me limpié el sudor y que le enseño. Vieras que cuerpazo el de esa nena, yo sí le enseñaba religiosamente diario, pensaba. Pero otros cabrones me miraban con chispas de envidia en sus ojos. ¡Es para cuadrarse! A mí me valió madres esos culos-sucios; esa era mi corazonada y debía yo escuchar. Total, le enseñé hasta estirarse en las sillas de lona, la tomaba de la cintura y le instruía de cómo respirar. Ya se daba alguna química más fuerte que la que tuve a avizorar antes en sus ojitos marrón. Cuando seguía adelante de ella, como que creo me observaba las nalgas, que sé yo, hasta creo mi pinga se advertía y ella felizmente creo la notaba que, hasta en sus labios rojos ya la tenía que imaginar. Hubo un cabrón que pasó a nuestro lado, un rey bragado, pero feo al menos, no competente, además, arañado y marcado a chupetones, una cosa que la chica dijo en voz baja, ¡qué asco! Total, yo la jalé hacia otro lado, hice algunas flexiones, pulvericé mis brazos, mostrándole mi esquema con las pesas. Ella, sé bien que ganas de tocar mi brazo, quería. No voy a decirte mi estimado que tengo mucho en brazo como mi carnal que, casi le pega a los 45 centímetros. No, yo apenas y ando por los cuarenta, total, pero seguro y la chica quería tocar. Me dijo su nombre, pero lo olvidé al ver sus caderas, dice, que, da clases de teatro y tiene algunos años siendo maestra de talleres en la UNAM. Total, yo sólo quería llevármela a la cama. Así que, más rápido le metí al ejercicio y ella a mi lado observándome. Le jalé a la barra, por detrás y por delante, y con las manos juntas en la punta; tres series de cada ejercicio, diez repeticiones, noventa movimientos en total. ¡Es para cuadrarse! Total, le dije, ya he terminado, y allí estuvo el detalle, que la tomó por la cintura, diciéndole, vámonos mami, y ella, sí pero te llevo en mi carro que es un bocho rosa, ¿aceptas? Y yo, ¡rayos! ¡Es para cuadrarse!, pero qué sorpresa, no debía desaprovechar. Los gueyes como moscas en el mundo me veían sujetando las caderas de la chica hasta la salida. El instructor bragado, enjunto para su edad, se quedó pendejo. Para no hacértela cansada, mi estimado, Chino, que me la llevo a la cama, más bien fue su cama. Sucedía que la chica es de la colonia, y yo ni idea, pinche traserote el de la ñora, porque ya tenía tres hijos que descansaban en su cuarto. Eran como las nueve o las diez de la noche. Pero te decía, pinche rabote el de la ñora, y su carita bonita, que me pasa a su casa por un vaso con agua, y como se estaba yendo la luz, más bien había altibajos en su voltaje, pues entonces decidí por apagar la tele de la sala y que me destrampo a su cuarto; ella salió a entregar una llaves, porque había recibido una llamada, y regresó, yo estaba “descansando” en su cama. Total, y que apagamos la luz, la televisión se prendía y se apagaba, entonces así nos desnudamos, pude ver su cuerpo de poca madre, gracias a la imagen en el televisor que se iba y regresaba. No quiero sonar vulgar para describirte la escena que tuve con aquella chica, basta decirte que se la sabía en eso de trabajar de rodillas, pero válgame Dios, más me excitaba su ropita interior. Total, que se la quito, y que le infundo lo que ya has de imaginar. Pero válgame Dios, ¡rayos!, lo frustrante; una llaguita que debía ver antes, y no vi, ¡no debía a volverme a pasar!..., y que la descalzo, y le dije, no puedo, no puedo, perdóname, y ella, “si quieres voy por unos preservativos”, le dije, “no, mejor voy a tu baño” y salí vuelto pendejo. Te cuento que me lavé la berga con jabón, dentífrico, shampoo, y un enjuague bucal, total, hasta golpeé el lavabo y me madreé un dedo. ¡Rayos! ¡Es para cuadrarse! En seguida, regresé al cuarto más calmado, ella estaba con un pijama rosa, le dije: “vamos a dar una vuelta”, y ella como que no salía del pedo. Total, encendió un cigarro, y con esos aires de burguesita me dijo, “no, vete, si quieres te presto mi carro y regresas”. Le dije, “no, mejor vamos juntos” y bueno, que se cambia, se enfundó el sostén sin volver a desnudarse, se hizo dos que tres arreglos en la cabellera y salimos. Me llevé el mondrigo bocho, vieras que trabajo me daba hacerle los cambios. Y total, mi Chino, hasta dirás pendejo, pero que me vuelo un camellón, di la cabriola, y ya no sé si se me apagó el bocho, o fue el freno lo que detuvo mi partida de este mundo, además de la camioneta que iba a estampar a lado, iba atrás de mí otra que, luego se jaló en cuanto la chica se sentara a manejar. Te juro que no volveré a confundir el sentido contrario de esas calles. Total, el chiste por el que ahora sufro es por lo que, sí me pegó la chica ricota; me pegó un hongo, un hongo vaginal. Tengo salpullidos rojos, y total es una infección por contacto, que dice el doctor que con antivirales debo bajar. En fin, estimado chino, tú ya verás que en un gimnasio no se puede todo bueno pescar. ¡Rayos! Yo pesqué un hongotote que espero se me quite pronto, porque si no, no podré ver a un pollo, que ha pactado venir para el otro sábado, esa sí es una pollota alta, alta, de verdad, no mames cabrón, y está bien piernuda, ¡es para cuadrarse! Quiera Dios me haga esa voluntad de desaparecer de mi pinguita e ingles, este pinche hongo de su madre. Total, mi estimado, Chino, una disculpa por contarte estas cosas, pero no sabía de qué hablarte, ya luego te contaré mi aventura con la grandota, porque eso sí, si la vida te pega con lo que tiene, tú pégale con lo que te da.



La justificación



Creo mi estimado Chino, te debo una explicación, que digo una, son muchas. No te vayas a creer toda mi literatura de folletín que luego te mando, bien sabes que estoy un tanto pirado con eso de escribir cosas un tanto vulgares y corrientes. No sé, tú me das esa confianza que te puedo contar cosas y anécdotas así tan marginales y muy mías, aunque no por eso vamos a dar por sentado que son verídicas. No, mi estimado Chino, no te vayas a creer que soy siempre mentiroso, nada de eso, sólo que a veces ocurre que cuando estoy escribiendo se me ocurren cosas y les doy cabida en líneas y líneas que, no sé luego a dónde vayan a parar. Te he advertido que estoy un tanto loco, que no me puedo tomar la vida enserio. ¡Qué va!, pero sí sé lo que es tener los pies sobre la tierra. A lo que quiero llegar es a decirte, más bien a limpiar mi imagen que creo tú te creíste y crees soy así y en gran parte. ¿Recuerdas el cuento que hice un par de semanas, y luego te envié? Seguro, y te has creído casi todo, y en gran parte, lo que te narro allí. Pues no, sucede que no me ha ocurrido nada semejante. Para empezar y terminar aclarando: Yo no soy una bestia toda definición, sí, he de aceptar que estoy definido de abdomen, piernas, brazos, y demás músculos tengan relación. Pero no tanto como el chico que narra el cuento, del gym. Además, sí tengo un hermano que le ha metido tanto al gym que, sí se está convirtiendo en un monumento de fisculturismo, pero nada que se inyecta y come lo normal. Además, eso de anabólicos, jeringas, y obsesión con la cinta métrica, es un decir, mi carnal es sano y nada más. Otra cosa, que de seguro y crees, es que yo soy un perro con las chicas que veo, y más en el gym. Mira, yo no son un tanto así, voy al gym y no te voy a negar que tres miraditas levanto. Sólo es un reto que me motiva a seguir jalando, que si la de licra verde pasa y pasa delante de mí, que sí cuchichean dos niñas en las escaladoras y seguro están hablando de mí, que si una ya me hizo una mueca mientras su chico no la veía, que si otra nada más me sonríe para que le sonría. Total, esa es mi rutina en el gym, nada de tomarlas por la cintura e instruirlas de cómo se usa tal aparato. Y bueno, ya entrando en materia, sí he terminado con dos que tres mujeres en la cama y tenido, experiencias nuevas y fascinantes, pero nada fuera de lo común. Además, el condón, tú bien has mencionado aquel gorrito de látex como si del enviado se tratase. Pues sí, yo ya no clavo sino es con gorrito. En últimas ocasiones he dejado frustradas a las chicas por no tener yo protección. Y bueno, ya hablando de lo no comestible, pero sí bochornoso, el hongo es el tema del debate. Mira, chinito, yo a ciencia cierta conocí una infección por contacto, pero desde allí me atendí y he tenido cuidado. Tengo una herramienta libre de gérmenes y demás cosas extrañas y virulentas. Vivo una vida sexual inactiva, ¿será por eso que te cuento cosas en donde el desfogue está al cien por ciento? No sé, pero yo en pan ni pienso, sólo trato de amenizarte el día, la tarde, la noche. Y dando por terminada mi justificación del por qué te digo y mando cada pendejada, pues es así para pasarnos la vida más amena y despendejarnos de cosas tan placenteras y agobiantes como la tele. Total, mi estimado chino, sigo portándome bien y escribiéndote, saludos y pásala bien en gran parte. Ah, y del gym al que estás yendo tienes que contarme.

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