domingo, 20 de febrero de 2011

Pony


Pony, usted hoy se arregló para mí, sin duda, ese toquecito en las mejillas la delata, su piel blanca y su cabellera rojiza la envuelven en un singular encanto de muñequita irlandesa, muy de sus ojos, muy de usted, Pony. Nadie diría que usted anda conmigo, tiene la chispa que años atrás había encendido. Es especial, usted entre todas las mujeres que no quieren tener hijos, cuesta trabajo pensar que ni casarse quisiera, y es feliz como puede, como toda mujer actual está en su planes, y válgame que tiene planes y metas que asombran, una historia intensa e interesante, porque todo gira a su favor, a su manera, cada vez que clava sus pupilas con esos ojos profundos y encantadores que casi no parpadean, todo el mundo gira que gira, y usted al volante regando mariposas con su voz dulce y educada, de maestra.

Claro Pony, hoy sabe usted que es un día especial, lo piensa, lo decreta, dice, un momento especial. Sonríe. Usted que por cada sonrisa tiene un ademán de muñeca, créame, se he puesto colorete en la mejillas para combinar sus labios, su sonrisa. Sí, Pony. Véase al retrovisor, al espejo, aprecie la magia que la envuelve, el aire dulzón de una jovencita, fresca y alegre. Nadie sabe que usted anda conmigo, nadie debe saberlo, porque el encanto está en las miradas de otras que no dicen nada o se callan tan sólo al saberlo, porque cuando está conmigo la mirada se le vuela con su cabello rojizo, las pestañas se le quiebran, se le suaviza el carácter, se le endulza el gesto. Todos la voltean a ver, Pony, pero usted sólo tiene la mirada puesta conmigo. Qué bonita se ve al volante, qué lindas manos, qué acento suyo, muy otoñal, muy maduro y tierno. Se vería maravillosa con ese fondo de nubes y pájaros, volando, se vería mejor conmigo. A claras cuentas sé que su expresión oculta algo, una terca historia, un cielo perdido, perdone el atrevimiento, pero es que no pasó nada desde que se enamoró del chilenito, su ex novio, su gran amor. Desde entonces usted, Pony, se ha encerrado en el trabajo, en las clases, en los libros. Ha desplomado sus relaciones, sus castillos. El compás de su vida se tornó bajorrelieve, absurdo y gris, como todo proyecto que no existe al final de un túnel, al final del limbo. Se podría hacer con sus deseos reunidos un collage diverso lleno de claroscuros y sueños. Dejó de soñar para cumplir metas ya caducas. Siguió estudiando, tomando la misma ruta al trabajo, soñando en el mismo sueño y así viviendo lo mismo sobre lo mismo. Luego vino el dinero por su trabajo, los viajes, departamentos, y el reconocimiento de amigas y allegados más que amigos. Y se convirtió en una trabajadora eficiente. La óptima recta, Pony, no varía según los medios y el resultado. Cayó en la rutina, en el absurdo sentido de moverse sobre una ciudad entorpecida de autos, y edificios grisáceos, a actuar como un autómata, como uno de ellos. Ya ha clavado el calendario en la oficina, dándose poca cuenta de cómo se consumen sus días, trabajando por proyectos, por costos, por resultados como una maquinita de hacer crecer dinero ajeno; salvo observa el almanaque para salir de viaje y llevar la crema adecuada o, su elegante atuendo de muñequita irlandesa con el que ahora la miro. Declare si estoy equivocado, Pony, confiese si algo de ello estoy mintiendo, como todos los hombres que machos se vuelven al ver mujeres triunfando, dígame ¿qué tanto tiempo hace que no nota algún cambio en el aire de abril a mayo? Dígame, Pony, ¿cuántas flores le sobreviven prendidas a su oído la última vez que escuchó, la frase, amor mío? Su pose de bailarina cambió a atleta y luego a maestra emérita de su propio proyecto, aunque ajeno. Algunos blancos en su cabeza se están anunciando. Su entrecejo no conoce el relajamiento de una música tranquila sin aspavientos. Su sonrisa se niega apagarse por completo. Hubo una vez que ni se dio cuenta del abandono de su primer amor, ya pasaron años, ya se hizo olvido. ¡Su primer y único amor, Pony! Hasta hoy, usted me parecía una estación lejana y fría, tapizada de escarcha, mansa y sumisa, una de esas diosas tahitianas del erotismo declaradas al férreo voto de castidad. Con singular entereza de gran mujer contemporánea ha rechazado frustrados intentos de ser feliz, que acercamientos de profesores, colegas y hasta estudiantes. Le han llegado arreglos florales, chocolates finos, todos se han dado cuenta, Pony, y ya no le hacen obsequios, ve usted porque se ha quedado así, oronda y tranquila.

Pero hoy sabe es un día distinto. No porque vengo a su lado mirándola como puede ver un niño, porque sabe soy un hombre sujeto a los desvaríos. Se ha dado cuenta de mis labios. Sabe que va a ser diferente, el deseo. Pero, por qué no, ¿sabe que soy diferente? Años atrás me ha visto, como dicen los que saben y usted sabe los matices y los susurros con los que le hablo, cerquita de su oído. Aceptémoslo, Pony, usted ha decidido volver a ilusionarse, ve que fácil es levantar una vida que se viene cayendo. Si hasta el colorete en sus mejillas tiene el toque matinal donde puedo estallar mis besos. Qué me dice, Pony, ¿cree en los besos voladitos?
Hace tantos años que se reunió por última vez con su amor, el chilenito, su adoración vuelto delirio. Era una tarde nublada, el día estaba frío y gris, su cama, tapizada de esperanzas que usted no quería echar al suelo. Le gustaba figurarse en las noches recostada hasta el amanecer con su hombrecito viajero, usted llevaba una blusa azul y pantalones hasta los tobillos; muy linda, muy hermosa. Llamaron a la puerta. Le temblaron un poco las largas y lindas piernas al bajar las escaleras y preguntar: quién. Sí, claro, era la voz del chilenito. Abrió la puerta y lo encontró. Se encontraron en un tenue beso con más cadencia y ritmo que lengua y saliva. Usted lo abrazó y guió de la mano, lo tiró en la cama y, ¡pícara!, se desnudó bailando en medio de la admiración y la música que embriagaban el lugar. ¡Qué hermoso cuerpo! Usted en esa época hacía ejercicio hasta cansarse. Corrió a buscar la botella y la destapó (no se acuerda, ya, whisky). Y así se embriagaba con el chilenito, trago tras trago, contenta a morir, briaga de alegría, glup, tomando directo de la botella, glup, aproximándosela a él, sonriendo ya entregada a su cuerpo. Fue una inolvidable ocasión. Escucharon y vieron el mismo punto en el horizonte, glup, la vida en sorbos, glup, el efecto de una dulce cosecha. Mientras se terminó la música, glup, usted se quedó dormida, y él se fue con la misma satisfacción de haberse tomado una botella, un último glup. No volvió nunca más, Pony, simplemente no volvió a saber nada de él, nunca más se le ocurrió buscarlo. Desapareció de su vida. ¡Y sus brazos que tan bien moldeaban sus caderas! ¡Tan fuertes! Un encantador cuerpo de hombre. Sus ojos profundos y tiernos, su sonrisa blanca, sus bíceps trabajados, su cuerpo tan viril. ¡Oh Dios! El cuerpo es el templo del alma. El chilenito suyo, el chilenito su amor, su único amor con encanto de niño.
Tres meses después decidió deshacerse de su cama que tenía el recuerdo de su adhesión al cariño, la vendió a no sé quién la necesitaba a bajo precio. Y el tiempo la fue haciendo a usted, práctica, tranquila, ¿fría y distante? Poco quedó de su corazón tamborilero, de su romanticismo veinteañero. Y dejó de disfrutar su cuerpo, lo apartó del ejercicio de vivir.

Sí, ya sé, todo ese tiempo entre ser y no ser, comenzó a automatizar sus roles, en fin, se postró a lo mismo. Nadie que la conociera, diría ahora que, sigue siendo alegre y fiel al juego de amar que haya conocido antes. Claro, usted bien lo tiene entendido. Definitivamente, no hay duda. Claro que su cuerpo aún atractivo, su forma de caminar, serena, tranquila, llena de misterio, su ropa elegante, su pelo y esa expresión otoñal al mirarme, pueden encender la hoguera que hace años está latente. Algo queda en la memoria, en la reminiscencia del recuerdo cuando se pasa por la academia de la ternura y el romanticismo, un dejo de nostalgia y un arribo al puerto del naufragio, del olvido.

Pero ahora está conmigo. Disfrutemos el camino más arduo y difícil, el interior. Hemos llegado. Todo claro, raro e intenso. Atardece a su manera, Pony, por favor, recuerde que se trata de un sentimiento que puede apretar en un puño, o puede colgar en su bolsillo.

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* La espera

Mira que enamorarme con un beso, Pony. No, no estoy enamorado, aún no puedo concebir enamorarme de una mujer que me dobla la edad y los años de experiencia en esto de las empresas del amor. No sé si llegues a nuestra cita, Pony, al el lugar en donde ayer aceptaste mis labios, mis manos, mi voz. Sólo quiero ver allí tu carro rojo y cerciorarme de que nuestro amor, más bien relación, puede ser posible. Mira que imagino tu cara y los nervios, los dedos y todo yo ya quisieran tenerte. Mira que venirme a enamorar de mi maestra de redacción es un sueño que apenas concibo en mis sueños, sólo deja recorrerte con mis manos, con mis labios, con mis ojos, y ya verás que el amor de estudiante, existe.

Dices que no te casarás, dices que al diablo los hombres que no ganan dinero suficiente para hacerte viajar por el mundo al que te has acostumbrado por trabajo y suerte. Yo no tengo carro ni casa y aún vivo con mi madre, pero este corazón que no quiere hijos, quiere estrecharte.

Dices que los niños no son lo tuyo, que no te imaginas siendo madre, pero si aceptas estrecharme siento yo me aceptarás como el niño que no tuviste.

Ya te veo, perfumándote, ajustándote la playera bajo el pantalón que bien guarda tu silueta de mujer en su esplendor, ay de mí, mujer, ay de mí, Pony. Espero y te haya llegado mi mensaje y al rato estés allí donde ayer, esperándome con todo tu deseo de querer pasarla bien y del amor, luego hablamos de imaginárnoslo para prestarle un poco de atención.

* No llegaste, Pony. ¿Por qué no llegaste? Posiblemente quieres seguir siendo libre. Está bien yo no voy a arrancarte tu libertad. Búscame si quieres, trataré de pensar que nuestro beso fue un sueño de un momento equis. ¿Qué le voy a hacer? Conozco de mujeres como la palma de mi mano, ¿quién iba a decir que tú eras diferente? Adiós, Pony y clarito sé que lo que yo guardo de tranquilidad, tú lo guardarás de desconcierto al no verme.

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