lunes, 5 de noviembre de 2012

Por una llamada

He llegado a los extremos de hacerme pasar por gay en esto de los labores de un sancho. He modificado mi vestir, mi caminar, mi pose y hasta el vocabulario y voz juega un papel importante. Al principio cuesta trabajo, pero después te acostumbras al ritual de las pestañas chinas y las uñas de color. En la cama es diferente y allí desato mi instinto y bulto oculto. Comenzó con una llamada haciéndome pasar por gay frente a un cabrón que bien protegía a su chica. La táctica era fácil, seguir siendo gay, hasta posar y relacionarme con ellos. El caso fue simple, después me fui complicando y metiéndome en círculos más selectos, donde pasean las modelos y las mujeres de silueta y marca prestigiada. Era rudo y hacia trabajo rudo, aunque posteriormente y a la sombra del juego y simulación, tuve que cambiar de trabajo y volverme diseñador de moda. Hacia vestidos, cortaba el pelo, ponía uñas y demás coloretes. El punto fue que me lleve a la cama desde jovencitas hasta mujeres ejecutivas y con trayectoria en el mundo de los negocios. Allí fue cuando el dinero no me faltó, pero ya comenzaba a preocuparme con mi apariencia; comenzaba a convertirme en una mujer. Antes había hecho una lista que pegué en un muble de mi antigua casa, y esa lista incluía casi veinte puntos; y uno de ellos y el más importante era que: no me iba a operar nada y menos iba a dejar que un cabrón quisiera faltarme al respeto tocando mi cuerpo. Fui una fémina nominada a la belleza gay del estado. Logré escalar escalafones y terminé operarme el busto y respingarme las nalgas. Me inyecté las piernas, hasta diestra me hice con la pintura en parpados y pópulos. La cirugía plástica pobló mi rostro, mis manos, hasta las uñas de mis pies. Fui reconstruido y orillado por la fama, el dinero, y el gusto a ser la mujer más bella del estado. Obviamente cambie de sexo y el gusto por el hombre comenzó, hasta ahorita que estoy tan confundida o confundido. Horrores tengo frente a este psicólogo que me ha puesto a escribir. Ya no quiero juegos. Y si pudiera tirarme de este edificio, no sería uno que, muere orillado por el SIDA. Y la confusión de una vida que plásticamente moldeo para encontrarse, así misma, o mismo, qué sé yo. Jugué con fuego, me estoy quemando. Voy a acabar con esto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario