viernes, 16 de noviembre de 2012

Me gusta como sopla el aire

Eso que veo allá arriba ha de ser una gaviota, madre, me hace pensar en la distancia. Es raro ver volar gaviotas en plena lluvia, y es que aquí está en que llueve y se vuelve a secar. Tú me dirás que soy terco al estar lejos de ustedes, que soy un mal hijo, porque no te voy a ver, ni te hablo por teléfono, ni te mando mensaje, mucho menos te mando dinero, es que en cierta parte me he vuelto un despilfarrador. Sí, enójate, nunca he sido ahorrativo, hasta lo que no tengo en los bolsillos lo sé gastar con provecho. Aunque sigo sintiéndome raro, y te sigo extrañando, nunca habrá algo más grande como el amor de ti, madre. Auque de esta gran península me gusta su mar, el viento y el bonito culo de sus mujeres, sí, regáñame, me he vuelto un vulgar y corriente, la clase la he perdido, y tiendo a platicar sin protocolos y con mil vulgaridades les hablo tanto a diplomáticos como a pescadores y maleantes. En Yucatán hay de todas; putas y putas, muelles y embarcaciones. En fin, madre, pero sigo aquí, colecciono mujeres e infidelidades. Gasto en marcas, en reservaciones de primera clase. Y tú con todo esto no has de aplaudir, sino aporrear mis acciones, porque tu niño grande ha cambiado, para hacerse gente y peatón, soñando con los pies en la tierra sobre sus limitaciones, te contaré cómo vivo. En algún lugar se encuentra mi habitación y mi descanso es económico y tiene los servicios corrientes. Clima, baño, y donde poner mis trastes; lo he dotado de lo básico, de lo que necesita tener un chico de veintitantos con todos sus gustos y sus costumbres. Aunque te cuento, que he eliminado lo que me hacia sentirme culto y joven. Tú allá en la casa has de tener mis pasiones, yo aquí ni un libro tengo, ni televisión, ni música, ni juegos, ni proyecciones, sólo tengo mi catre, dos espejos, un par de zapatos y mi uniforme. No necesito mucho para arreglarme: crema, gel y peine. Me he vuelto tan sombrío y gris, ya no sé de los colores, ni de la radio, ni del periódico, ni de los lápices. Hoy tuve un avance, compré un plato y una bolsa de jabón, y una extensión para conectar mi número telefónico al mundo que boté atrás, y que ya ni pienso en él, ni me causa tribulaciones. Todo ha dejado de sonar, ya no dependo de nada, quiero decir que soy libre. ¿Y cómo me va en el trabajo? Pues, te diré a veces regresó cansado, cuelgo el uniforme, enciendo el clima y me tiro al suelo frío, en calzones; al otro día, despierto, afeito mi cara, me sacudo con el uniforme y zapatos, tomo las llaves y conduzco al trabajo tan autómata de mi mismo. Platico, hablo, traduzco, anoto y doy órdenes, y le pongo el final que quiero al día de lunes a domingo, cuando tengo tiempo y dinero: concretó citas, mujeres, autos y licores. Puedo irme a tirar a la playa con un forrazo de muñeca, o planear el acostón con una veinteañera de carnes jugosas y firmes. Antes iba al gimnasio, levantaba kilos y bebía energetizantes. Hoy me conformo con digerir cualquier cosa, un día pueden ser harinas y quesos; y el otro: fibras o vitaminas esenciales. En fin, madre, hoy quisiera hablarte y escuchar tu voz, más no tu llanto, porque me deprime y me acota la libertad, mi libertad tan abstracta e uniforme que apenas creo y se figura en mis perdidos desplantes de hijo que busca y encuentra sus pasos en su madre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario