lunes, 5 de noviembre de 2012

Lucubraciones para una niña

Extraño sus cartas de amor de aquella niña: las ponía bajo mi puerta, y cuando yo llegaba del trabajo las recogía, me dio tantas como tantos te amos allí había escrito, hay una en especial que escribió a letra de molde con tinta roja, me dice el sentimiento que tiene al escuchar mi machista comentario al reprocharle su virginidad. Terminé siendo malo y dañino para ella, aunque ella me quiso tan fuerte y con pasión. Ahora la, extraño, en cierta medida, era una niña aún, pero con una madurez emocional que asombra a grandes y a chicos. Morenita y jarocha, y con un talento en ciertas artes. Yo termino lastimando lo que quiero, me desbarato con el tiempo, me corrompo con tontas ocurrencias y lucubraciones. ¿Y a dónde quiere llegar este texto? ¿Y adónde mi antojo de citar su nombre? Ella se llamó Ana, porque en mi corazón se está secando su nombre. Sé que ella en realidad está floreciendo. Es una mujer de pocos abriles y mucha zanja y sol. Mi brecha es productiva, aunque la de ella se esta abriendo. Miedo tuve de germinar en ella mi semilla, miedo tuve de seguirla viendo, primero sacie mis gustos y bajezas carnales, luego le dije… Hay que darnos un tiempo; ella insistió con una carta más bajo la puerta, mensajes y otras tantas llamadas celulares, yo con mi ausencia y mutismo. Ahora, sólo me queda el despreciarme, porque he hecho tantas cosas y patetismos. Mi libertad se ha convertido a libertinaje, estar lejos de mi casa y de mi madre me está arruinando a seguir tantos patrones de conformismo. Llevo una vida sedentaria y una rutina mecánica y absurda que da miedo. Aunque apenas salí a dar mariachi, luego después me fui con putas internacionales. Tengo mi vida hecha una perinola que, no cae, ni para aquí. Estoy en la rampa del engreimiento entre compañeros y andantes, puedo escribirme soledad en la piel y su contexto. Tal vez extraño a alguien que venga a visitarme, tal vez la niña de las cartas que me llenó de juventud, saciedades y sexo, la niña virgen de los poemas bajo la puerta, la extraño y ella seguramente me ha olvidado, su madre seguramente le ha contado que me vio caminando de la mano con otra mujer. En fin, ahora sólo tengo soledad y patetismo, quiero de ello curarme. Iré a forzar los músculos al gimnasio para dejar de pensar en amor, en sueños y otras ilusiones que no se si sean planes de vida o solo trucos que me juega mi mente, el músculo gris que nunca ejercito, porque ya cumplí el objetivo de aislarme y perder mi nombre entre al concurrencia de lo desconocido. Aunque dañando a algunos y haciendo a un lado mis sentimientos, sobre la carta que tengo escrita con letras rojas, mejor no les hablo porque de lo malo que tengo en el corazón, tengo un benevolente arrepentimiento

No hay comentarios:

Publicar un comentario