lunes, 5 de noviembre de 2012

Fiebre de un adolescente

Como me hubiera gustado que ese día del niño me hubieras visitado para despertar tu virginidad de niña dulce, para darte órdenes de cómo vestirte y desvestirte, para meterte bajo la regadera y macanearte el cuerpo pegada a la pared. Luego secarte cual lámpara maravillosa y arremeter mis bestiales ganas de ayuno, mientras te tomo de los hombros y jugueteo mi lengua por tus senos, cuello y pelo embriagante de jabón con perfume. Pero el treinta de abril llegó a mi puerta y ni una carta echaste a la rendija, ya eres otra y tus tiempos de mujer ahora disfrutas en ese cuerpo primero besado con mi nombre. Dicen por allí que, el pasado ya es pasado y muele tanto atormentarse, es por eso que aquí todavía sobrevive tu juguete, has de recordar un poco mis ánimos bestiales y tendrás que volver a pincharte cual ave que vuelve al nido conducido por su espíritu de madre. Tengo hambre y dependo de ti, ven a alimentarme el monstruo depredador del que estoy hecho cual hombre que demostró por vez primera a vestirte y desvestirte con devoción a tu cuerpo de niña dulce.

No hay comentarios:

Publicar un comentario