lunes, 5 de noviembre de 2012

Cosa de trofeos y mujeres

A mí me gusta presumir mis culos, y que digan que buen culo se carga ese cabrón, algo ha de tener, porque a leguas se le ve que le sobra el dinero. Yo no tengo dinero, ni mucho menos me he propuesto obtenerlo; tengo el suficiente para solventar mi vida sobrada de veinte para arriba. El punto es no reflejarse narciso en el trofeo, un buen culo es un cotizado trofeo, a la mirada exhibicionista es público, y a la mirada servil es privado. A mí me gusta que haya cabrones que miren mis ultimas adquisiciones, más no caigan en la rechifla y el piropo si yo estoy a su lado. Puedo toler algún promiscuo que quiera sumergirse a vista y tacto en las compañeras caprichosas de mi dama, pero que se toque la macana o suelte alguna vulgaridad e indecencia frente a mí, o sobre mi dama, no lo tolero. Últimamente, estoy enamorando a dos gacelas en sus dieciocho primaveras: grandotas, frondosas y sexys; a relamerse los bigotes de buenas, vistas por extranjeras y conocedores nacionales. Hay una en especial que esta grandota, culona y pechugona y con carita de virgen; esa misma está entrando en mi corazón, pero en un tiempo debo sacarla, porque los trofeos no deben monopolizarse, ni uno mismo debe sentirse sólo en la liga premier. Yo soy hombre de muchas mujeres, porque tiendo a obsesionarme por algún amor distante. No quiero, ni puedo aventurarme a conocer otras mujeres, necesito un punto de equilibrio que me permita seguir con esta vida loca que me lleva de cama en cama haciendo malabares, y dando fe pública, sacando mis trofeos tanto a hombre como a mujeres.

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