lunes, 5 de noviembre de 2012

Ariatne 2

Tal vez la extraño, extraño a esa niña virgen que de inmadura no tuvo nada. Se llamaba Ariatne, le gustaba hacer y leer poesía, algunas veces llegaba yo del trabajo y encontraba sus cartitas bajo la puerta. La conocí un día de junio, cuando por casualidad y en suerte de vecinos me pidió un favor. Yo encantado solicitaba mi destapa caños para indagar sobre su vida. A lo macho le dije, si quería ser mi novia, su voz de niña le tambaleaba y preferí callar para que, yo le robara el sí con mis labios de veinteañero. Ariatne me entregó su virginidad, yo la sobaje y la humille con mis promiscuidades. Aunque pensaba yo que la calentura de escuinclilla la llevaba a actuar frente a mí y a desnudarse. Aunque no era así, ella me quería. Yo al principio la quise, después todo se enfrió. Fue como un cartucho que se me escapó de las manos; esa tonta histeria que tengo de pegarme un tiro y comenzar de nuevo. Quiero ser concreto pero caigo en las incongruencias ¿Cómo pude alejarla de mi vida con explicaciones tan incongruentes e ilusionistas? En fin, el amor yo no lo merezco, violento mis pasiones hasta convertidas en enfermedades. Hoy pronuncio su nombre con la boca del estomago, me siento tan sólo y tan defraudado por otras mujeres que me prometieron amor como a un escuincle. Aunque de inocente yo no tuve nada, me vi la cara por morderme el rabo, quemando mis puentes reales para construir sólo edificios de aire.

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