sábado, 19 de marzo de 2011

Un regalo de Aída para un libélulo, mi linda borrica


Aída no sé de ti sólo de díA
Isla remota no sé de ti tu soledaD
Dices jumento eso que sabes de tI
Aunque en insecto cuando nací moríA
sólo de día tu soledad.

Hoy quiero hablarte de amor, mi amor. Fingir un poco que nada tiene que ver contigo y conmigo, ignorar el hecho de que mis manos lloran nerviosas al escribir esto; hacer como que no, nada pasa entre los dos. Seré para ti fiel compañera, de esas que, resignadas a la oportunidad cero, se sientan a tu lado y te miran sufrir en medio de un abrazo que lo dice todo.

Hoy quiero hablarte de amor sin decirte nada concreto, porque el amor no conoce concreciones; bien sabes que es un travieso oportunista de ocasiones.

Hoy que te hable, quiero que me mires con esos ojos de pueril inocencia que sólo yo consiento, que me des esos dejos de intimidad que las desgracias suelen permitirnos, déjame que te quiera sin pedirte nada, porque así revitalizo mis noches, en medio de nostalgias sin sentido, entre vuelcos espasmódicos de llanto...

Sí, es cierto, hablarte de amor con falacias yo no puedo, me contengo ¡juro que me contengo! Pero hoy, me has otorgado un deseo, entonces...déjame hablarte de amor y decirte otro tanto...



¿Sabes? Esta mañana desperté
con ganas de aventarte un abrazo sin previo aviso.
Aunque no te conozco, tuve la sensación de estar en tus brazos y me satisfizo, pero no te lo digas porque me temes, porque guardas siempre esta distancia que castiga e incentiva, que sugire y no define. No te lo digas, déjame que te lo insinúe, que lo diga a gotas, sin prisas, ¿no te das cuenta de que entro a hurtadillas a tu vida?


Para que me mires y sonrías, para ti, para aminorar tus tristezas y languidecencias, para que recuerdes que, a pesar de los pesares, distancias y anhelos frustrados, he aprendido a quererte...





ATENCIÓN CON LA LIBÉLULA
es la hélice del insomnio,
la cómplice del mañana,
huele a humedad y a lluvia,
a terrenos baldíos e ignotos.
primero se agita en lo alto,
se mimetiza en la floresta, apapacha lagos,
luego desiertos pensamientos,
no sabría llegar al mar, pero sueña.
Así hasta que agotas sus aspas natura,
con un silencio quejoso e imperceptible.
Entonces allí está ella,
como su compañera de viaje,
la borrica linda de paso ascendente,
le ofrece su lomo, reposa,
le ofrece su trote,
y allí se van repechando el mundo,
y allí se van,
se fueron,
No es tarde.

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