jueves, 17 de marzo de 2011

Ausencia



Ándale, señor, bloquéame caminos. Hoy no renegaré de ti, ni reniego. Sé tarde o temprano terminaré volviendo contigo. No estoy enojado, ni triste, tengo un estado relativamente viejo. El tiempo pasa y tú no estás conmigo. ¿Voy a ponerme a orar para sentarte a mi lado? ¿Tengo que buscar en tu libro, de rodillas y en el suelo? Ya no sé donde estés señor. Tal vez no existes, ni has existido. Y yo que creí en algún tiempo estabas conmigo. Has de reírte de mí allá en lo alto, con ese ojo del cielo que lo ve todo. Has de verme aquí sentado hecho añicos. No voy a llorar, no voy a llorarte, porque sé bien que mis lágrimas y gestos no te conmueven. Has de disfrutar de mi revés, de mis desatinos en mal tiempo. Pero no quiero quitarte tu tiempo. El tiempo es el que realmente me da las respuestas que tú no me das. El tiempo me cura, y tú no me curas, señor. ¿Hay que elevar mis oraciones a una máquina de pulso? Pues sí, me pondré a hablarle al reloj, en ti casi ya no confío, por más que me entrego a tu voluntad, como un hijo, un soldado a su bandera, tú me pagas con tu ausencia, con tus fracasos y desapegos. Pero ya no quiero hablarte, señor, tú estás ocupado y yo incierto, y no quiero complicarte, ni quiero complicarme la vida, porque tal vez ni idea tienes de esta vida que has hecho, quiero curarme de ti, de ti Dios, y como te llames, se te va un hijo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario