martes, 29 de marzo de 2011

A mi Musa



Quiero que te entregues a mí con esas palabras que sólo tú conoces. No me importa si tienes crispado el pelo, y las manos de seda hechas para besarse con la fe que yo no profeso a la virgen. Estoy solo y tú puedes descuajar esta soledad, desencerrarme del espejo que me contiene. Mi cuerpo es esa madera crujiente, fofa por la humedad y el encierro que, puede renacer con la fatalidad de tus piernas. Has que la ceniza de mi frente caiga dentro de ti. Observo que tú, todo puedes hacerlo. Vives en un conglomerado de aplausos y palacios. Yo con mi perfil recto, y mis mejillas delgadas, nada puedo hacer. Soy esa gárgola de arenisca sola y desolada que, frunce el seño en cuanto nada le sale bien, no hay nada más en mí que sólo protagonismo. Sírvete en mi cuerpo, en ese vaso de cristal cortado que saben fluir de tu boca, de tus manos, de esa lengua afilada que lo dice todo. Hoy leí hasta tarde y me encontré con el vacío, nada como tus palabras pueden llenar ese vacío abigarrado y revuelto. Nada como tus palabras pueden aligerar mi alma y sacarme de estas paredes enjalbegadas, de esta fatalidad mecánica que hago día a día. Tal vez frunzas el ceño, tal vez te conviertas en aire, murmullos, brisa y hojarasca; tal vez digas que estoy loco, loco a rabiar, enfermizo, pero qué más puedo decir, sí siento que te necesito.

Te necesito en este cuerpo febril, en las paredes húmedas de mis venas, en las arterias lamosas de mi corazón. Tú con tus muslos de luna, todo puedes curar, tú con tu sonrisa implacable y tus palabras bonitas puedes iluminar a este injerto de hombre que ya no puede morir ni renacer, ni en marzo, ni en abril, ni en noviembre. Ciérrame la puerta si quieres, trúncame el corazón, el ruido de sus goznes enmohecidos ya lo conozco, total, sólo quedará tristeza en mi diafragma, mera y vaga melancolía. Vuelvo a decir: te necesito, serás el báculo nudoso en donde podrá descansar mi origen, mi final, y mi crisálido comienzo. Y si gustas, te espero, el vagón está abierto, y hay un convoy para un viaje de dos. ¿Frunces el ceño a mi impudicia hipnótica, a mi lengua y palabrería cursi y barata? Soy el personaje sin relieve, cuajado de soledad y encerrado en su propio yo, (en su grisáceo mundo que, traspira y traspira, buscando la inspiración). ¿Frunces el ceño a mi absurdo? ya lo sabía yo que de mí nada puede importarte, ¿Y entonces dónde pondré punto y aparte, Musa de mi corazón?

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