martes, 19 de abril de 2011

Un recado a mi musa Leonora


Acabo de cerrar la puerta de mi cuarto, Leonora, para encontrarme contigo. La última vez desapareciste de mí como el vaho de un espejo, pero hoy. Hoy no voy a hablarte bonito, de tus ojos claros, líquidos, inmensos, no, ni usaré esas palabras cursis y estudiadas que seguro sabes he usado con otras chicas. Hoy he decidido hablarte sin tapujos, y decirte que tú ganas. Voy a tratar de desaislarme, de no ser reticente al amor. Te confieso que yo siento cierto cariño por ti, admiro el ritmo de tu prosa que inspira, y el mundo de aire en el que te mueves, pero no siento ese sentimiento que podría llamarse platónico. Me siento solo, sí, no hay nadie a mi lado y estoy desierto. Quiero abrazar, besar, palpar, penetrar, sentirme querido, no con palabras, ni con suspiros; sino con manos, labios, genitales, corazón. Tú querías esta oportunidad, y hoy me tienes como a un libro, léeme. Tú dime en dónde quieres que esté y allí estaré, y si este recado cumple su cometido con aprobación espero no sea el primero ni el último. Adiós, Leonora.

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