martes, 19 de abril de 2011

Filosofando la muerte de una gran ramera





para mi colega, con el nombre de guerra por poto


Cuando no me la estoy jalando en mi casa con una película porno, me pongo a ver a las putitas de la Merced sobre la avenida Corregidora: sus piernas, sus senos, sus blusitas, sus minifaldas, sus tacones. Es asombroso lo bien que se conservan después de tanto gozo.

No me pierdo la oportunidad de acercármeles, aunque no me sea de gran provecho, porque una putita buena sale muy cara para poder pagarle con lo que gano en mi miserable empleo. Pero me gustó oír a una puta que platicaba con otra, durante la tarde, que decía que se había comprado una minifalda de marca y el ligero de juego para poder ganarle toda la clientela a su vecina. –Era la única manera de acabar con la envidia y los piques que se traían–, confesó, sonriendo y apretándose los senos con ambos brazos, y levantando el culo. Las putas pueden conseguir todo, hasta envidiar los que tenga su madre, y en ellas es gracioso, es más, divertida y destructiva la envidia… Yo soy hombre y la envidia de hombre a hombre no es muy común, porque la envidia deja al hombre acomplejado y sombrío. Junto con la envidia, viene el machismo y la misoginia. Pero yo no le guardo rencor a ningún hombre, mi interés se parece al de la puta que se compra la mini y el ligero de marca para ganarle la clientela a su vecina: como ella, sólo quiero tener en mis manos el cuerpo de las mejores mujeres.

Descubrí cómo tener a una de las mujeres más cotizadas. No es volviéndome millonario ni influyente, nunca estará eso a mi alcance. –Ser poderoso, millonario e influyente, es una suerte del destino que se trae en la sangre. La sangre norteamericana, la japonesa y la china son las que andan en boga de las transacciones. Yo no soy hombre de negocios, mis padres y mis hermanos tampoco lo fueron, ni siquiera heredé la sangre, ni la suerte del destino para volverme influyente.

El único bien que poseo es la casa de mi madre, y la única manera de realizarme en vida es poseer una mujer de esas que salen en la pantalla grande, follármela y acabar con su vida. Es algo como tener la mini indicada con el ligero, y ganarme toda la clientela de hombres para siempre. Es extravagante este pensamiento, pero una forma de lograrlo es perseverar en el asunto, cosa que hacen las personas influyentes y poderosas.

Esa mujer que voy a matar tiene que ser cotizada por el mundo. Una persona cotizada, es aquella que pagan grandes consorcios por su presencia o por su firma, pero que siempre necesita de sus influencias para seguir moviendo el andamiaje de su éxito. Por cierto, para disfrutar de su muerte es necesario que esa persona cotizada este gozando de la sangre y el golpe del destino para ser una persona influyente en todo el mundo, y no sólo en un país o en ciertas familias.

En mi lugar, yo preferiría asesinar a una actriz de películas pornos que, veo en revistas, y DVD´S que se venden hasta en piratería. Una actriz porno, o una modelo, son las menos cotizadas y ricas; sin embargo, una estrella porno, por más porno que sea y lleve miles y miles de películas, no es la mujer más cotizada del planeta. No, tendría que ser una mujer cotizada de Hollywood. Pero para eso tendría que volar a otro país…, o tengo que buscar a una que arribe aquí, una que venga en plan de turista, una que tenga ganas de visitar México y sea la gran ramera de Babilonia.

Las limitantes para emprender ese objetivo no me preocupan, porque aún estoy joven y voy levantando camino en conocer y distinguir prostitutas, ya llegará el momento en que trace el plan cuidadosamente y pueda zarandear al bunker del millonario de la Play Boy, y matar a una de sus tantas rameras en su gran Babilonia; o que pueda interceptar, aunque sea a una en aquellas escalas: México, Paris, Londres, Nueva York.

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