domingo, 10 de abril de 2011

Me gusta ser libélula




Me gusta ser libélula, a pesar de ser hombre. Hay que verlas surcando las ventolinas de Mérida, Yucatán; juguetean con las gaviotas y planean con comicidad la cautela del pelicano en altamar. Se dice la canción de banda, abeja reina, yo quiero ser entre tantas, la libélala rey. Amanecí a las tres de la tarde con las ganas extremas de metamorfosearme en una hélice del aire y cruzar el malecón. Pero sólo aquí hay moscas y mosquitos que espero me vuelvan a dejar dormir. Quiero ser libélula por unas cuantas horas más, porque a pesar de ser hombre, adoro soñar con los insectos y poblar mis pesadillas de dulces quimeras inconcebibles. A zigzaguear con la zeta el sueño de la libélula. Durmamos, crucemos las alas e invoquemos al caballito del diablo para conseguir dulces sueños de hombre insecto, de helicóptero fugaz e incompetente para abordar la realidad en realidades.

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