martes, 19 de abril de 2011

Los padres


Quedarse con los padres, cuidar a los padres. Si un hijo es malagradecido, a la larga los padres también. Los padres con sus achaques te complican la vida. Hay que verlos las 24 horas del día, estar en su comida y en su cena; acudir a sus llamadas, velar sus noches y guardar sus sueños en la penumbra de su camita. Los dolores son otro caso, las que más se quejan son las madres. Yo tuve a una madre quejumbrosa, daba un paso cuando podía y el quejido era necesario para atormentarme. Tenía que dormir con ella, si la abrazaba con fuerza se dolía por nada. Tenía que acariciarla con palabras que subestiman, hablarle de sus dolores, de su aguante, de sus punzadas en la cabeza, del medicamento, de la cajita y sus pastillas. Es un suplico tener a una madre enferma y que sepa de medicamentos y recetas, cuando no te piden un medicamento, cuando no se niegan a seguir su dosis. Uno creería que lo que hizo de niño ahora se le regresa de adulto con sus padres; y no dista mucho con la realidad. Hay que bañarlos, cambiarlos, peinarlos, untarles la cremita, desmenuzarles el desayuno, llevarlos a la cama y ponerles una música bajita. Total, no voy más lejos, y es que tener padres es una bendición, pero también como cuesta. El punto es no dejarlos solos, qué harían los señores sin nosotros. Los hijos tienen un pacto tácito con quien les dio arbitro de existencia, con quien les dio comida y techo, pero también hay que ver que, la carga debe aligerarse sin tener que hacer berrinches y evitar quejarse con esa queja que conduele a cualquier hijo que, tenga el corazón blando y noble para quedarse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario