martes, 19 de abril de 2011

El escorpiòn asesino


Con el agua hasta el cuello iba yo en el río. Trataba de juntar ranas y me salió una culebra con rayas amarillas y lengua roja. Caminé hacia la orilla con tanta prisa que hasta tragué agua y del susto hasta solté el ayate donde juntaba las ranas.

Luego, de panza en el pasto, estaba mirando otras ranas verdosas que croaban como burlándose de mí. Pero al cabo de un rato, se me acercó por la mano una ranilla de color gris y pecho blanquizco, casi plateado. Durante un tiempo se paseó rozándome los dedos y parte del brazo, y luego se percató de mi amenazante parpadear que brincó para perderse en la corriente del río.

El frío me invadió el cuerpo al encontrarme desnudo y al acecho inesperado de la nube aguacera. Entonces, me levanté y caminé hacia donde estaba mi ropa sobre unas rocas, pero me encontré un escorpión amenazándome con su hocico color rosa; haciéndome como gemidos de una persona queriéndose ahogar y con la intención de brincarme si me acercaba a él.

Me eché a correr, iba temblando. Di dos gritos que llegó mi primo que se encontraba cerca de allí cuidando las borregas. Sorprendido me preguntó: qué te pasa… Y yo le conté lo del verduzco escorpión que me quería picar y estaba cerca de mi ropa. Entonces, como mi primo es valiente, se apresuró a juntar piedras para matar a aquel animal terrible y de tremenda cola. Se acercó al lugar, le tiró de piedras, pero no le atinó y le brincó en el pecho, porque traía la camisa desabotonada.

Mi primo quiso arrancárselo pero el escorpión estaba pegado a su piel, y se cayó al suelo. Yo me eché a correr para con mi tío Ceferino, le dije lo que le pasó a su hijo, cuando regresamos al río mi primo ya estaba todo morado y muerto. Pero el escorpión seguía allí.

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