domingo, 19 de junio de 2011

Caligrafía Florentina


Extraño el mundo en el que me movía, el Distrito Federal, sus erráticas lineas viscerales colmadas de polilla a las seis de la mañana; las novicias enamoradas que tendía a frecuentar obnubilado por la evocación al amor de mis letras, a la transición peligrosa renacida de las cenizas para nunca enamorarme.

Ponte hermano la música banda que está pegando, infúndeme en las venas la imaginación siquiera de la Arrolladora y la banda el Limón. Arrúllame madre con tus boleros de Agustín Lara, o la ramificada colección de tangos y gustos de Carlos Gardel. Quiero cambiar el tema que me tocó vivir sin infundir la transición de mis penas y mis desfachateces que hielan el corazón con esa respiración desbaratada por la insolvencia o por la desidia que patrulla en este Manzanillo abigarrado de gustos y costumbres. Total, apagaré la calefacción, desconectaré el ventilador que bordea el sudor rutinario de mi frente que quiera ser prudente sin desidia. Voy a vestirme, a demostrar que el amor no es más que un signo del zodiaco lleno de manos duras y cóleras reprimidas que saben sucumbir a este vértigo perpetuo con la delicia al azar a regaliz y a jabón de olor que me concierne. No estoy loco de amor, quiero ubicarme tan lejos de Dios y tan cerca de mis padres prudentes, conciliándome con el karma que me dieron a luz. Voy a bañarme y a salir por manzanilla y regaliz sin penas y sin tapujos, con esta caligrafía florentina que hoy dejaré como comencé a escribir, porque escribir ya no me sirve de nada, nunca me sirvió, soy de ahora en adelante un espíritu libre, libre.

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